Eterno Retorno

Friday, November 18, 2022

Yace Poe en la vieja estación

 


Una sábana de negrísimas nubes cubría el Cerro de la Silla cuando mi amigo Gerardo Ortega y yo llegamos al recién inaugurado Museo del Escritor en la Casa de la Cultura de Nuevo León.

Después del intenso calor de la mañana, una repentina lluvia cayó sobre Monterrey cuando empezaba a atardecer.

La antigua estación del ferrocarril, ubicada sobre la Avenida Colón,  alberga desde hace décadas a la Casa de la Cultura en donde transcurrieron muchas de las más intensas tardes de mi temprana juventud en el taller literario  de Rafael Ramírez Heredia, en donde acuchillábamos textos a navajazo limpio y despiadado.

En algún momento esa vieja casona formó parte de mi vida cotidiana y sin  embargo,  tenía más de 23 años sin pisar el recinto  desde mi última sesión con el Rayito Macoy,  en marzo de 1999, días antes de marcharme para siempre a vivir a Tijuana

Pedro de Isla, director de la Casa, fungió como nuestro guía. El Museo del Escritor reúne la colección personal de René Avilés Fabila, que después de su muerte había quedado confinada en un algún sótano.

La bienvenida corre a cargo de la pieza más antigua y valiosa del museo: un ejemplar de las Historias extraordinarias con la firma autógrafa de Edgar Allan Poe.

No es una dedicatoria, sino apenas una firma pequeñita colocada en la parte baja de una página de advertencia. Sin embargo, es una firma de su puño y letra. Edgar Allan Poe escribió en esa página. Sí, en  mi biblioteca hay cientos de libros firmados y el ritual del garabato se repite miles de veces en una feria del libro, pero ver esa pequeña firma de Poe me produce una sacudida, como si de pronto  se materializara la presencia de un ser de otro mundo, emparentado con las deidades y no con las hordas de ordinarios tunde-teclas que  vamos de ahí para allá con nuestras letras desparramadas. Poe es carne de Olimpo o Pandemonio, más mítico que real.

La sensación es extraña, diría alucinante u onírica. El ajetreo del apresurado viaje, las sombras de la tarde, la inminencia de la lluvia, el volver a estar en la vieja casona después de dos décadas y media y de pronto,  la firma de Poe.

Encuentro el garabato justo cuando estoy ultimando detalles  de mi proyecto de ensayo, Canon del Limbo,  y de repente, me siento asaltado por una certidumbre: El mundo en que vivimos, o por lo menos ni mundo y el de millones de personas, sería tan distinto de no haber existido nunca Edgar Allan Poe.

Entonces me asalta la duda: ¿Cómo habría sido mi vida si no existiera Poe? ¿Cómo sería el mundo sin La caída de la casa Usher, El gato negro, Ligeia o Berenice?

Cierto, el orden mundial sería tal como lo conocemos. Viviríamos igual en un mundo globalizado, polarizado e  igualmente lacerado por una pandemia y un fatal calentamiento global en donde la omnipresencia del aleph digital marca la pauta, pero en nuestras vidas no habría habido un cuervo diciendo nunca más, ni un gato con el cuello marcado por la huella de una soga, ni una pestífera máscara roja recorriendo los salones de un palacio enfiestado.

Sin Poe la vida de Charles Baudelaire habría sido harto distinta y acaso Los paraísos artificiales o las mismas Flores del mal habrían nacido con otro adn. En cualquier caso, los días de su vida que dedicó a traducirlo hubieran sido empleados en otro asunto y su camino de vida se habría alterado.

Sin Poe acaso no habría habido Horacio Quiroga pero tampoco Howard Philips Lovecraft. ¿Habría existido Sherlock Holmes si en la vida de Arthur Conan Doyle no hubiera existido Auguste Dupin? No lo creo.  Sin Los crímenes de la calle Morgue, La carta robada, El misterio de Marie Róget o El escarabajo de oro es posible creer que Sherlock Holmes no habría nacido y el camino de Conan Doyle habría tomado otros derroteros.

¿Habría existido El Horla si  Guy de Maupassant nunca hubiera leído a Poe? Lo dudo mucho. Vaya, el dostoievskiano Raskolnikov de Crimen y castigo es hijo de Montesor de La barrica de amontillado, sin olvidar que en Los hermanos Karamazov hay una referencia a El cuervo.

Sin Poe no existirían varias decenas o cientos de canciones o discos conceptuales inspirados en su obra – de Alan Parsons a Iron Maiden-  y tampoco un montón pinturas,  camisetas y parafernalia diversa que hace alusión a su persona o su legado.

Poe forma parte de la cultura popular. Su imagen puede ser reconocida incluso por gente no versada en literatura y un montón de lectores ocasionales o dispersos, sin duda leyeron El gato negro o alguna otra historia en su juventud.

De la misma forma,  cabría preguntarnos si Poe hubiera sido Poe de no haber existido Thomas de Quincey, Charles Dickens o incluso su contemporáneo  Nathaniel Hawthorne.