la versión más patética del representativo nacional que he visto en 40 años
Un café descafeinado, una cerveza
sin alcohol, un vino barato de presentación literaria, un libro en kindle, una cancioncita
reguetonera con playback. A eso me sabe
la selección mexicana de futbol. Para ser brutalmente honesto, hace mucho tiempo que el tricolor dejó de
emocionarme. Me prende y me involucra mucho más en lo sentimental un juego de los Tigres que uno de la selección,
pero con todo y eso, debo decir que este equipo del Tata Martino me resulta
particularmente abúlico y apático, la
versión más patética del representativo nacional que he visto en 40 años. No
son solo sus pocas posibilidades de trascender. Tal vez puedan empatarle o
hasta ganarle a Polonia y quiero creer que vencerán a Arabia (ya sería el colmo
si no) y tal vez podrán colarse a los octavos, pero eso no le quita lo
descafeinado al equipo. Martino trasmite la imagen de un hombre fastidiado,
harto, que parece solo contar los días para irse de una vez por todas de un
país que desprecia y lo desprecia. No es un técnico tonto, pero me da la impresión
de que está hastiado y ya actúa por vil terquedad o afán chingativo. Lo de
aferrarse a llevar a Jiménez en muletas es la más descarada e insultante
necedad mostrada por un entrenador mundialista que recuerdo en mi vida. A
diferencia de lo que ocurría en mundiales pasados, no veo
un solo jugador con liderazgo o carisma y tampoco con la genialidad, la
picardía o la irreverencia para cambiar
el rumbo de un partido con una jugada individual. Tal vez un desborde del
Chucky o un tiro libre de Vega pero no mucho más. Vaya, Cuauhtémoc Blanco podía
ser odioso y cagante, pero trasmitía algo y daba la impresión de poder cambiar
la historia en un destello genial. En cambio aquí no veo nada. No hay defensas con el liderazgo y la
personalidad de un Rafa Márquez o un Claudio
Suárez, ni creativos como un Ramón Ramírez o un Cabrito Arellano o un Benjamín
Galindo ni delanteros matones como Borguetti, Oribe Peralta o el Matador
Hernández. No hay cañoneros como García
Aspe o Marcelino Bernal. Sobrevive algún
tímido vestigio de Andrés Guardado y la
veteranía con más pena que gloria de Ochoa, pero no mucho más. Del técnico ni hablar.
Martino tuvo un gran maestro en el Loco Bielsa, pero hoy me da la impresión de
estar hasta la madre de todo. No tiene la chispa ni el manejo de vestidor de
Aguirre ni la disciplina e innovación táctica
de Lavolpe. Vaya, con decirles que hasta se extrañan los huevos y los aspavientos
de un motivador corriente como Piojo Herrera, que al menos le corría sangre por
las venas. Y bueno, confieso que también me tiene un tanto indiferente y
apático el entorno mundialista. Me asquea el descaro y la doble moral de la
FIFA que multa y castiga por un grito de carrilla, pero que le pone la mesa a
un régimen despótico, mojigato y dictatorial como el qatarí que reprime las más elementales
libertades individuales. Un mundial jugado en artificiales estadios para jeques
multimillonarios cuya construcción costó
la vida de miles de esclavos. Sí, hace mucho que el futbol es un burdo negocio,
pero Qatar ya es el vil descaro, un insulto a la injuria. La FIFA es cochi y
además trompuda. Ya ni le disimula. Ojalá el mundial qatarí nos deje por
herencia tres o cuatro pinceladas y algún juego memorable, pero no espero gran
cosa
PD- Mi mayor alegría futbolística del año sin
duda fue el gran triunfo de Tigres Femenil que consiguió a lo grande su quinto
título. En este juego cada vez más artificial y mercantilizado, el futbol femenil me parece el
último reducto de dignidad y autenticidad. Veo a las morras de Tigres y me
trasmiten una honestidad y una real alegría por jugar que ya no veo en otras
categorías.