El Mundial se jugará y se irá rápido, como arena entre las manos mojadas
Hay
actitudes humanas que sólo podemos ver cada cuatro años. De entrada, veremos
muchos futboleros de ocasión. Para los que padecemos una incurable adicción por
este juego, el futbol es omnipresente los 365 días del año y estamos tan
pendientes de la Champions y la Libertadores como del último resultado de los
Tigres (en realidad yo no siento interés en ningún otro deporte más que por el
futbol). Pero muchas personas sólo son futboleras durante estas mágicas semanas
que dura el Mundial, donde hasta los que profesan una sacramental indiferencia
por este deporte se vuelven aficionados.
Veremos
también un repentino fervor patriótico y las calles se llenarán de potenciales
Juanes Escutias dispuestos a inmolarse envueltos en la bandera tricolor y
retiemble en sus centros la tierra al grito de gol, que mañana no se trabaja.
El
Mundial se jugará y se irá rápido, como arena entre las manos mojadas y la vida
seguirá, como siguen las cosas que no tienen mucho sentido. Habrá, por
supuesto, un caballo negro y una revelación y una gran catástrofe y un ridículo
enorme, una figura, un campeón goleador, una triste despedida y al final de
todo, un nuevo campeón alzando su copa frente a los aburridos jeques qataríes. El
mundo seguirá girando con la cruz del absurdo de sus “cosas importantes” a
cuestas y no faltarán los intelectualoides (tan cultos ellos), siempre
dispuestos a criticar lo pueril y estúpido que resulta perder la cabeza por
este juego elemental y cavernario. Sí mi Georgie Borges, ya lo sé: el futbol es
popular porque la estupidez es popular, pero yo soy y he sido muy feliz inmerso
en esta divina forma de estupidez. De hecho, al único intelectual del mundo que
le tolero su proclama antifutbolera es a Borges y solo porque Georgie es y será
el más grande. El resto se ven ridículos con su superioridad moral. He leído
miles de libros y he visto miles de partidos de futbol. Cientos de veces he ido
al estadio con un libro para leer al medio tiempo. Una cosa no está peleada con
otra y la realidad es que maridan de maravilla si las sabes combinar. El futbol
es mi absurdo favorito, pero basta con echar un ojo a la historia humana para
darnos cuenta que todo el tiempo perdemos la cabeza por cosas absurdas:
millones de seres concretos han sido sacrificados en altares de ideas
abstractas; infinitas generaciones de hombres han sido inmolados en guerras
religiosas en nombre de un dios que no existe. Ejércitos enteros de
infortunados soldados se desangran en nombre de políticas macroeconómicas cuyos
alcances e intereses jamás alcanzarán a comprender y miles de enajenados,
devotos de la liturgia redonda, gritamos los goles anotados a miles de
kilómetros de distancia, en un desierto donde truena sus chicharrones un odioso
dios sin sentido del humor que castiga a los bebedores y libertinos.