Eterno Retorno

Saturday, July 23, 2022

Un Valle de la Muerte poblado por ánimas en pena

 

Cuando en México un crimen se vuelve mediático, la verdad judicial está condenada a priori a  jugar el papel de gran patraña. Entre más se obsesiona el sistema en venderte una versión oficial, ésta se vuelve más rocambolesca e inverosímil. Magnicidios, masacres, crímenes de estado, asesinatos morbosos. Da lo mismo. Cuando un crimen atrae el reflector, su destino irremediable es multiplicarse en mil ficciones. La lista es larga: Álvaro Obregón, Tlatelolco 68, la guerra sucia,  Manuel Buendía, Gato Félix, Colosio, Ruiz Massieu,  Acteal, Paco Stanley, las muertas de Juárez, Paulette, los 43 de Iguala y ahora mi paisana Debanhi. Como si fuera una suerte de designio fatal, en torno a todos estos casos existe  la verdad legal de los tribunales y la verdad no oficial de la calle. En cualquier  historia criminal  mexicana hay una verdad judicial en la que nadie cree y una verdad callejera que te cuentan los taxistas y los cantineros,  esa verdad que todos masticamos  en cafés y barras y siempre  es más creíble que la verdad de la fiscalía. El crimen de alto impacto o el crimen político suelen transformarse en una serpiente bicéfala que arroja una parca verdad oficial estructurada en lenguaje leguleyo y una verdad callejera que a menudo bifurca en infinitas leyendas. Cuando el periodismo topa con la pared de un expediente cerrado,  entonces brota la negra fábula como única ruta de escape. Cierto, la verdad de la calle a menudo acaba coqueteando con lo paranormal o con el Hollywood serie B más chafa. Ya se la saben: historias  de sacrificios satánicos,  snuff movies o  abducciones extraterrestres.  El detalle,   es que fiscalías especializadas, equipos forenses y gobernadores en apuros, a menudo tratan de venderte historias aún más ridículas e inverosímiles (¿se acuerdan de cuando Chapa Bezanilla contrató a una bruja llamada la Paca para dar con los restos del diputado Muñoz Rocha?). También las “verdades” de los siniestros ministerios coquetean con el teatro del absurdo.  Claro,  el  caso de mi paisana Debanhi Escobar es el que parece destinado a batir todos los records. A estas alturas, ya me he hecho a la idea de que la verdad, cualquiera que ésta sea, nunca la sabremos y aún si por casualidad diéramos con ella, siempre la pondremos en duda. Digan lo que digan y demuestren lo que demuestren, nadie lo creerá y si por casualidad dan con el asesino, siempre pensaremos que es un chivo expiatorio. Entre más se aferran las fiscalías en venderte una verdad científicamente sustentada, más se hunden en el lodo. Es una arena movediza de donde brotan mil y un Grémlins. En los infiernos judiciales, la búsqueda de la verdad entra en una suerte de triangulo de las Bermudas, una nebulosa cósmica, un descomunal hoyo negro que todo lo chupa. Mención aparte requieren los caprichos de esa bestia insaciable llamada opinión pública y la imposibilidad de predecir cuál entre mil y un  asesinatos  se volverá mediático. Por cada crimen que atrae reflectores, hay diez mil que yacen en el más absoluto olvido. Por ejemplo, desde que murió Debanhi, el pasado mes abril, varias decenas de mujeres han sido asesinadas en México, pero la mayoría de estos nombres no trascenderán nunca la notita interior de cuatro párrafos y las fiscalías no tendrán que ofrecer explicaciones a nadie porque nadie las exigirá. Sin embargo, siempre hay un crimen que salta a la pasarela de la opinión pública y entre más se aferra un gobernante en aclararlo, minimizarlo o hacerlo olvidar, más profundo se vuelve el abismo y más se hunde su credibilidad en la arena movediza. Pregúntenle a Samuel García. Desde que Debanhi murió los tictocs de Mariana dejaron de ser chistositos y es muy posible que el  fantasma de la chica asesinada  lo persiga a lo largo de todo el sexenio. Por más que intente explicarlo, minimizarlo o borrarlo, Debanhi será un espectro terco que se aparecerá todas las noches. A veces así veo a México, como un Valle de la Muerte poblado por ánimas en pena, zombis  sin descanso cuyos crímenes no resueltos seguirán alimentando mórbidas fantasías e historias inverosímiles.