El Quijote mestizo. Cervantes emigra a la Nueva España- Quijotóatl
Lo
primero fue un Deja Vú traumático al
levar anclas y dejar atrás el puerto de Cádiz. Desde su retronó, tras el largo
cautiverio en Argel, Miguel de Cervantes Saavedra no había vuelto a hacerse a
la mar, pero ahora – sobornos e influencias de por medio- había por fin
conseguido la licencia real para trabajar en la Nueva España como recaudador de
impuestos en las encomiendas. Veracruz lo recibió con la hostilidad de su
temporal y la sensación de embrujo irrumpió hasta el momento de probar el
primer mango y el primer aguacate y beber una taza de xocolátl. Al bordear el
Pico de Orizaba y más tarde al enfilar rumbo a la Ciudad de México a la sombra
de los volcanes, se creyó inmerso en un encantamiento. La sedujo la dulce
musicalidad del náhuatl, los ojos de las mujeres mestizas y el colorido caos de
los mercados callejeros, aunque el trabajo acabó devolviéndolo a los
burocráticas pesadillas. Descubrió que la hacienda pública era tan corrupta en
Castilla como en la capital del virreinato, que mil y una manos eran untadas de
dinero sucio y que el peso de la ley sólo caía sobre los desfavorecidos, o – en
caso de purga- sobre los funcionarios menores como él. Sin mentores ni
padrinos, no tuvo a quién recurrir cuando las cuentas no cuadraron y no pudo
evitar ser procesado por malversación de fondos y compartir calabozo con indios
apóstatas, salteadores de caminos y evasores del diezmo. Quiso matar el ocio
carcelario dando forma su siempre postergada Galatea, pero lo que de
su pluma surgió fue la historia de un mestizo ilustrado llamado Alonso Yaotecatl,
devoto lector del Amadís y de Tirante el Blanco, pero también de las crónicas
indígenas sobre la conquista, quien se enfrascó tanto en su lectura, que se le pasaban las
noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio, y así, del
poco dormir y del mucho leer, se le secó el cerebro, de manera que vino a
perder el juicio. Salió entonces a los caminos a desfacer entuertos, a auxiliar
a los desvalidos y se creyó una encarnación del caballero Galaor y
Quetzalcóatl, tuvo un escudero otomí y se enamoró de una campesina tlaxcalteca
llamada Aldonsa Cihuapilli a la que convirtió en dama de sus
pensamientos y acaso su Quijote mestizo se transformó en la primera gran novela
americana o acaso no se publicó nunca y nutrió los anaqueles de la descomunal
biblioteca donde yacen los libros que pudieron haber sido.