Bosco en las botas
Estás por
elegir una camiseta negra con letras coreanas rosas y dibujos de unos panditas,
cuando de reojo vuelves a mirar las botas y como si una fuerza superior te
moviera, te acercas hasta el aparador donde están colocadas y las tomas en tus
manos. Las figuras del Jardín de las Delicias lucen brillantes, limpiecitas,
como una obra original y te basta palparlas para saber que ahí no hay vestigio
de basura sintética de imitación. Es puro buen cuero y se nota. Son simplemente perfectas, de otro mundo,
oníricas, capaces por sí solas de traer a tu vida algo muy similar a la
felicidad o la plenitud. De pronto te has desentendido por completo de la
camiseta y te has abstraído en la contemplación del Bosco en las botas. Tocarlas
es como un paréntesis en el tiempo, una suspensión en el fluir de instantes. La
chica del mechón púrpura vuelve a dedicarte una mirada.
-¿Buscaba
alguna talla en especial señor? Por ahora estas son las únicas que tenemos de
ese modelo, pero la semana que entra vamos a recibir un pedido.
-
¿Talla? Mmmm, No,
o bueno, sí… solo estaba mirando, pero a lo mejor estas están bien....
La talla. En
realidad ni habías pensado en eso. Ni siquiera tienes muy claro qué número
americano de zapato eres.
Acaso ha
llegado el momento de hacer la pregunta fundamental para descifrar de una vez
por todas el enigma, aunque una parte de ti prefiere prolongar la
incertidumbre. Mejor ni saber cuánto cuestan y mantener la duda para poder
seguir alimentando el sueño. En el
momento en que sepas el precio será como si sobre tu cuerpo cayera una
viga o un yunque, pero tu ensimismamiento es tal, que ahora sí la señorita
mechón púrpura ya no te quita los ojos de encima.
-
Si quiere le puedo
mostrar más modelos, aunque por ahora este es el único artístico.
Supones que no
podrás prolongar indefinidamente la contemplación, que de ti se espera el
siguiente paso: o lo tomas o lo dejas aunque está claro que para ti no existen
dos opciones. Solo existe una y es lo dejas y te chingas, como te has chingado
siempre. Agua y ajo.
Es entonces
cuando con voz muy queda, casi en un murmullo imperceptible emerge de tu boca
la interrogación neurálgica.
-
Di… disculpe, ¿cuá..
cuánto están costando?