Un camino de tierra, una niña y la imperiosa e impostergable necesidad casi física de comenzar un cuento, Hablar con Andrés y defender las virtudes literarias de Vientos de Santa Ana, decirle que es el periodismo y no Alfio el verdadero villano de la novela. Lo demás, supongo, se fue en viajes con retraso, improbables estaciones y el pájaro de crepúsculos que arriba al patio a despedir la última luz. Se juega un partido y es a muerte. Se disputa en lugar cerrado y con no pocos estorbos sin vela en el entierro. El balón es una moneda y las porterías sillas oficinescas. A codazos me abro paso para defender. La tensión es máxima y sin concesiones. Creo recibir un gol y me derrumbo pero al parecer la moneda pasó por un lado. A segundos del final anoto. Una peinadita leve, casi inocente y hacia atrás. No importa que el gol caiga en la misma portería que defiendo. El grito liberado de gol es tan eufórico que acabo por despertar solo para reparar en que un pequeño trapeador patea una lata en la banqueta.
Wednesday, January 04, 2017
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