La calle no miente. A diferencia de las fórmulas macroeconómicas la calle es brutalmente honesta y nada sabe de maquillaje. Hay gotas que derraman un millón de vasos, puños de sal en una herida sangrante que no cicatriza.
A veces el estallido social es el equivalente a un oído que revienta después de larguísimas horas de insoportable dolor, la reacción natural de un ser vivo cuando está siendo asfixiado, la respuesta lógica de un cuerpo cuando se siente a punto de la estrangulación. Le llaman instinto de supervivencia y suele ser el movimiento desesperado de todo ser con sangre en las venas cuando siente que lo están matando.
La rabia puede ser ciega pero nunca es hipócrita. La rabia es brutalmente sincera. No hace falta conocer las intrincadas leyes del mercado mundial para concluir que tu despensa está vacía y que te estás cayendo por un desbarrancadero.
De lo ocurrido en Rosarito lo que más me indigna fue la brutalidad desmedida e innecesaria de los federales contra colegas reporteros y también contra adolescentes que no representaban peligro alguno (en realidad nadie en esa manifestación resultaba peligroso). A Laura Sánchez Ley, a Luis Alonso Pérez y a Jesús Bustamante los agredieron con dolo, con saña, con evidente deseo de lastimar. Lo peor es que ya es costumbre transformada en ley que los policías - sean federales, estatales o municipales- se ensañen con los reporteros. ¿No entienden la naturaleza del oficio periodístico? Vaya, una cosa es llevarte un golpe o una pedrada en medio de la trifulca y otra muy distinta es que te agredan con puño cerrado y te arrojen gas a la cara con evidente deseo de lastimar. Lo mismo hicieron con muchachitos que ya ni siquiera estaban en la zona de conflicto a los que golpearon cuando ya estaban sometidos en el suelo, sin posibilidad de escapar o defenderse.
Ni EPN, Osorio o Kiko y tampoco los alcaldes han mencionado siquiera de pasadita las agresiones a los periodistas, y son más de diez los colegas que fueron de alguna forma agredidos. Los funcionarios muestran su indignación por los federales arrollados, pero ni por casualidad han señalado el tema de las agresiones a periodistas y la desmedida brutalidad contra adolescentes.
En alguna época – hace un lustro o poco menos- dediqué buena parte de mis esfuerzos y energías a despedazar a Enrique Peña Nieto en mis diversas trincheras editoriales. A las hemerotecas y a Google me remito. Fue durante 2011 y 2012, cuando todavía estaba en nuestras manos votar contra él. Hasta el día de las elecciones hice todo lo que en mis manos estuvo para motivar el voto en contra del candidato priista. Todavía hasta 2014 solía escribir bastante sobre la situación política nacional hasta que me harté y decidí conscientemente bajar la cortina y concentrar toda mi energía en una sola trinchera: la literaria. Así me he mantenido en los últimos años por decisión propia, pero no estoy ciego ante mi entorno. Algo debe suceder, en algún lugar debe desembocar este río de furia. Ya a estas alturas lo peor que puede pasar es que no pase nada.
Sunday, January 08, 2017
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