Pronto descubres que cuando las víctimas son policías las muertes suelen ser anunciadas. De pronto un narcocorrido alterado irrumpe en la radiofrecuencia policial y se escuchan las voces de los mañosos. Después irrumpe el tableteo del cuerno o las R-15, la sinfonía de las sirenas en caos mayor, las persecuciones, la gritería y al final la rampante impunidad. El funeral del policía, ritual de lo habitual con discursos del alcalde pronunciados con idéntico machote, es cubierto por el reportero de la fuente municipal. Aunque a tu disposición tienes el Tsuru del periódico, tú te sientes a tus anchas pisándole a tu ancestral Hondita placas fronterizas que pepenaste en un remate chatarrero en National City. Para ti no hay GPS que valga, pues has desarrollado una suerte de sexto sentido muertero que te permite intuir la ubicación de las escenas criminales siguiendo únicamente la radiofrecuencia y el eco de las sirenas rebotando entre las laderas de las catástrofes topográficas tijuanenses en donde te sumerges en busca del muerto nuestro de cada noche.
Tuesday, May 03, 2016
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