Eterno Retorno

Thursday, July 29, 2010

La más reciente columna de El Informador la he dedicado al regalito que Felipe Calderón ha mandado a nuestras casas.


VIAJE POR LA HISTORIA DE MÉXICO

Por Daniel Salinas Basave

Uno de los 27 millones de ejemplares del libro “Viaje por la Historia de México” de don Luis González y González ha llegado a la puerta de casa. Sin duda al momento en que usted lea esta columna, habrá recibido en su vivienda un ejemplar de esta obra que el Gobierno Federal pretende distribuir en todos los hogares mexicanos. De entrada, la sorpresa es de lo más grata, pues de unos años para acá el Servicio Postal Mexicano sólo trae estados de cuenta, recibos y propaganda basura, pero jamás me había dejado en la puerta de casa un buen libro de Historia, así, con mayúsculas, ya que justo es señalar que allá en Los Pinos han elegido a un gran historiador para visitar los hogares de todo el país. Visto así, la verdad es que alegra el día poder llegar a casa al atardecer y encontrarse con este buen regalo en la sala. Para ir entrando en materia, preciso es comenzar aplaudiendo fuerte la medida. Cierto, como ciudadanos mexicanos y más aún como habitantes de la frontera, tenemos más de una cuenta pendiente y más de un asunto que reclamarle a Felipe Calderón por las torpes decisiones centralistas tomadas a más de 3 mil kilómetros de distancia que en forma tan grave han perjudicado a esa región, pero al menos esta noche tengo algo que agradecerle a nuestro Presidente. Vaya, hemos visto malgastar y despilfarrar nuestros impuestos en forma tan burda, que la verdad da gusto ver que el dinero público es invertido en la impresión de un buen libro de Historia que pretende llegar a todas las familias del país. Lo primero que se aplaude, es la elección del historiador. Pudieron enviar un vil libro de texto pero por fortuna en la Comisión de Libros de Texto Gratuitos apostaron por el eminente michoacano don Luis González y González, un verdadero apasionado del tema, un hombre que entregó su vida entera a esa inquebrantable vocación historiográfica. Cierto, en 65 páginas no se puede exigir una obra de profundidades analíticas o disertaciones exhaustivas. Lo que hemos recibido es un esbozo de Historia Nacional sintetizada al máximo, pero la forma de empacar milenios de efemérides resulta afortunada. La división y estructuración de los temas es eficiente lo mismo que la forma de presentarlos, con una síntesis narrativa del hecho o época histórica en cuestión en la parte superior de la página y un montón de pequeñas semblanzas biográficas de los personajes clave, lo que facilita la compresión del tema.
“Lo importante de esta obra es que no sólo son los políticos y los héroes militares los que aparecen -dice en entrevista con El Universal el arqueólogo Fernán González de la Vara, hijo del historiador-. Un poco la idea de mi papá era que en este país hay una construcción, que lo que debemos ver no es tanto dos o tres momentos claves en la historia, sino todo el proceso constructivo y quiénes han participado en ese proceso creativo: entonces están también doctores, literatos, exploradores, sacerdotes, artistas, científicos, arquitectos. En ese sentido, se desvía de la historia oficial, la que llamaba la ‘historia de bronce’; también se desvió de esa otra historia que él llamaba la ‘historia de hiel’, la de los agravios. Creía que las dos tenían en común el ver un México de héroes y villanos, de buenos y malos”.
Sin duda, en millones de viviendas mexicanas este será el único libro de Historia que entre a formar parte del patrimonio familiar. Ahora sólo resta desear que este espontáneo regalito les genere un poco de curiosidad, que lo lean y si es posible lo comenten y discutan, pero por favor que no lo tiren o lo arrumben pues el ejemplar vale la pena. La calidad de impresión es buena y las imágenes seleccionadas para cada página no tienen desperdicio. El libro va acompañado de una carta firmada por el Presidente Calderón en donde se dirige al destinatario “de mexicano a mexicano”. Lo que sigue llamando la atención es la permanencia del discurso oficialista a la hora de hablar de Historia. Vaya, siendo brutalmente honestos, las palabras de Calderón en torno al Bicentenario de la Independencia o el Centenario de la Revolución, no son muy distintas de las que hubiera pronunciado un Echeverría o un López Portillo. Calderón sigue recurriendo al discurso rimbombante de los héroes que forjaron patria, un concepto que a mi juicio debería ser sustituido por el de hombres de carne y hueso, con errores y aciertos, que fueron actores en grandes procesos de transformación nacional. También me sigue llamando la atención que el actual sistema político celebre con el mismo discurso oficialista la Revolución Mexicana y que conceda heroicidad a sus actores, que con excepción de personajes de enorme estatura espiritual como Madero, Felipe Ángeles o Vasconcelos, fueron en su mayoría oportunistas políticos y militares que acabaron traicionándose y matándose unos a otros. También me sigue llamando la atención que un presidente con los orígenes familiares y la formación de Calderón, se refiera en forma tan poco original a la Revolución, el movimiento que acabó incubando seres como Obregón y Calles que parieron ese saurio voraz llamado nacionalismo revolucionario que con tanto encono combatieron, entre otros fundadores del panismo, los padres del propio Felipe Calderón. Pero bueno, en su descargo diremos que es un primer mandatario, no un revisionista de la historia oficial y su labor es fomentar el interés y el amor por las efemérides nacionales. Después de todo, la impresión y distribución de este libro pasará a la posteridad como una de las más brillantes ideas de su sexenio. En hora buena y muchas gracias por la sorpresa.