Eterno Retorno

Sunday, July 25, 2010


LOS MITOS DEL BICENTENARIO

CUANDO DON PORFIRIO COMBATIÓ A MUERTE LA REELECCIÓN

Por Daniel Salinas Basave

Al grito de “sufragio efectico no reelección”, Francisco I. Madero llamó a las armas a los mexicanos y derrocó a Porfirio Díaz, quien yacía eternizado en la silla presidencial, para la que se reelegía una y otra vez cada cuatro años. Lo paradójico del caso, es que el chaparrito de Parras no fue el primero en enarbolar la bandera antirreeleccionista en México. Cuatro décadas antes, hubo un caudillo que se levantó en armas combatiendo encarnizadamente la compulsiva e ilegitima reelección de un presidente mexicano. ¿Adivinan ustedes quién fue ese primer prócer anterreeleccionista que se anticipó por 40 años a Madero? Pues nada menos y nada más que el mismísimo Porfirio Díaz, el presidente que bajo la bandera de la no reelección, se reeligió una y otra vez durante 34 años. ¿Y quién fue ese presidente perpetuado en el poder al que el antirreeleccionismo de Díaz combatió tan encarnizadamente? Pues nada menos que el señor Benito Juárez, siempre tan mimado por la burocrática historia oficial, al grado que por un “pequeño e involuntario olvido” los historiadores de quincena que declaman rimbombantes versos cada 21 de marzo, omiten señalarlo como el segundo mandatario que más tiempo se quedó aferrado al poder. La diferencia de Díaz con Juárez es que Don Porfirio firmó su renuncia cuando vio que su permanencia en el poder estaba generando un derramamiento de sangre, mientras que al otro oaxaqueño le importaron muy poco los múltiples levantamientos armados y rebeliones que hubo en su contra. La única fuerza capaz de arrancar al de Guelatao de su trono, fue la angina de pecho que acabó con su vida el 18 de julio de 1872.
A Juárez el poder la cayó de rebote, cuando siendo cabeza de la Suprema Corte de Justicia, se produjo el autogolpe de estado del presidente Ignacio Comonfort y la revolución conservadora del Plan de Tacubaya en enero de 1858. Caído Comonfort y con un vacío de poder constitucional frente a la avalancha conservadora encabezada por Félix Zuloaga, el poder recayó en automático en Juárez, que desde su famoso carruaje ejerció la presidencia legítima, hasta que se ganó la Guerra de Reforma en diciembre de 1860 y pudo gobernar desde la Capital de la República, aunque no por mucho tiempo. En 1862 se produciría la Intervención Francesa y Juárez tuvo que volver a subir documentos y tesoro nacional a bordo de su carruaje, en donde gobernó errante hasta el triunfo de la República en 1867. En total, de los 14 años que Don Benito ejerció el poder, siete los pasó metido en su carreta. El escenario bélico que vivía México no hizo posible la celebración de elecciones, lo cual le vino de maravilla a Juárez, que hasta 1871 debió enfrentarse a un proceso electoral hecho y derecho en tiempo de paz. Ante las claras intenciones de Juárez de perpetuarse en el poder, su paisano oaxaqueño Porfirio Díaz, héroe en la lucha contra los franceses, llamó a las armas a los mexicanos desde su hacienda de La Noria, en Oaxaca, en donde declaraba ilegítima la presidencia juarista argumentando una flagrante violación a la Constitución de 1857, que establecía el principio de la no reelección. Generales como Trinidad García de la Cadena en Zacatecas y Jerónimo Treviño en Nuevo León entre otros, secundaron la revolución antirreeleccionista de Díaz, que estalló el 8 de noviembre de 1871 y combatió de frente al ejército juarista. Aunque debilitada, la revolución seguía encendida cuando Juárez murió. La presidencia recayó automáticamente en el presidente de la Suprema Corte, Sebastián Lerdo de Tejada, quien declaró una amnistía para los rebeldes. La paz duró muy poco y la revuelta vendría una vez más de Oaxaca, cuando Porfirio Díaz instigó la nueva Revolución de Tuxtepec, cuyo plan fue firmado el 10 de enero de 1876, desconociendo la legitimidad del presidente Lerdo de Tejada. A diferencia de La Noria, la revuelta de Tuxtepec resultó triunfante y Lerdo de Tejada debió abandonar el país. Porfirio Díaz, el defensor del antirreeleccionismo, llegaba al poder mediante el ejercicio de las armas y justo es señalar que el principio de la no reelección fue respetado a cabalidad en su primer periodo. Fiel a su bandera, Porfirio dejó el poder al cabo de un cuatrienio y en 1880 heredó la presidencia a su compadre, Manuel “El Manco” González. Pero el poder es adictivo y hace olvidar cualquier convicción e ideología. En 1884 Porfirio decidió que la reelección era válida siempre y cuando no fuera en periodos consecutivos y se convirtió en el sucesor de su compadre, pero a partir de 1888 olvidó por completo el asunto y empezó a reelegirse cada cuatro años sin preocuparse por guardar las apariencias. La reelección porfirista fue constante hasta 1911, cuando tuvo que firmar su renuncia forzado por otro antirreeleccionista llamado Francisco I. Madero que subió al poder con la misma bandera que Díaz había enarbolado tantos años antes, aunque el chaparrito no tuvo la oportunidad de enfrentarse a tentación de reelegirse, pues Victoriano Huerta acabó con su vida. ¿Habría estado Madero tentado a perpetuarse en el poder como hizo Díaz? La historia de lo que pudo haber sido está llena de misterios y apuestas que quedaron en el aire.