Eterno Retorno

Tuesday, July 20, 2010

El Verano se esconde y a julio le da por contarnos patrañas. ¿Le echamos la culpa al cambio climático? Lo cierto es que si bien la Tijuana caliente es una de tantas falacias populares y el fresco suele ser nuestro casi omnipresente compañero, no deja de ser absolutamente extraño que a las 14:20 de un día que se supone es pleno verano (como entiendo corresponde a un 20 de julio), lleve yo puesta una abrigadora sudadera para conjurar el aire frio de este medio día. El cielo es de un gris oscuro, penetrante, capaz de infiltrarse en tus venas. Ya se que la Zona Costa es una burbuja de irrealidad y que acaso en el Florido-Mariano tengamos un Sol mexicalense, pero aquí en nuestro microcosmos es invierno. Hubo dos o tres días de Sol que aprovechamos a las mil maravillas con su respectiva carne asada tantas veces postergada y al final volvemos al Reino de las Sombras. Hacía mucho, pero muchísimo tiempo que no pasaba cuatro días enteros sin cruzar la caseta de cobro de la carretera, léase cuatro días completos sin aparecerme por Tijuana. En los días hogareños Rosarito es mi única patria aunque a veces ni siquiera la frontera de la puerta de casa es cruzada. Al principio la calma no sienta bien y es recibida como un huésped extraño. Las células de hiperactividad reclaman acciones, telefonazos, urgencias. Después, cuando el Reino del Silencio impone su dominio, poco a poco empiezas a sentirte confortable y descubres, con sorpresa y horror, que te es posible dormir más de siete horas, que puedes levantarte cuando el Sol ya ha salido, que el día pasa tan veloz en la casa como en la calle, que los atardeceres desfilan con prisa, sin detenerse a mirarte a los ojos y que la noche ha caído una vez más y la vida se acerca hacia alguna parte como las carabelas de los viejos marinos se acercaban a las fauces abismales de las bestias oceánicas o a las tierras vírgenes de ensueño. Las mías suelen ser fantasías contradictorias. A menudo imagino llevando una vida de trotamundos sin más pertenencia que una mochila y sin pasar más de una noche en una misma ciudad. La vida del errabundo, del eterno andariego, del desarraigado y el ausente. Pero al mismo tiempo he fantaseado con un encierro casi monacal, con pasar años recluido dentro de una casa con una enorme biblioteca cuya puerta no debo cruzar. Aquí están las formas más acabadas de plenitud existencial: mil ciudades o mil libros. Viajar y leer, actos que al final, lo sospecho, son la misma cosa. No miente Borges cuando habla de del universo entero contenido en una enorme biblioteca.


La editorial de esta noche en Noticiero Sintesis

La odiosa comparación es recurrente y nos hemos cansado de escucharla: México se parece cada vez más a la Colombia de hace dos décadas, afirman con insistencia algunos analistas. Con las naturales diferencias socio-políticas a cuestas, hay que aceptar que los escenarios mexicanos ya no contrastan demasiado con los pasajes que leímos en obras como Noticia de un Secuestro de García Márquez o La Virgen de los Sicarios de Fernando Vallejo. Alguna vez pude entrevistar al que fuera zar antidrogas de Colombia, el general Rosso José Serrano. Haciendo un ejercicio comparativo, el célebre militar que desarticuló el Cartel de Cali, dijo que en México debíamos sentirnos afortunados pues en nuestras calles no habíamos padecido la pesadilla del narcoterrorismo. Cierto, esta pesadilla nos era ajena, pero ahora poco a poco empezamos a vivirla. Podríamos decir que todo comenzó con aquella trágica explosión de Morelia en el día de la Independencia, pero las noticias de las últimas semanas, nos hacen pensar que esos horrores son cada vez menos esporádicos. Cierto es que cientos de inocentes han perdido la vida en fuegos cruzados, pero hasta ahora la población civil mexicana no había tenido que temer por la explosión de artefactos en lugares públicos. Esta semana, un coche bomba en Ciudad Juárez y una granada arrojada a una unidad deportiva en Nuevo Laredo nos hacen ver con brutal crudeza que el fuego al azar del narcoterrorismo empieza a hacerse presente en nuestro país. Otra diferencia sustancial con Colombia, es la inexistencia en México de narco-guerrillas o grupos criminales ataviados con el falso ropaje de alguna causa social o política, como fueron las FARC o el M-19. Hasta ahora en México el crimen organizado ha dejado de lado las falsas banderas de insurrección, que tan lucrativas han sido en otros países de Latinoamérica, aunque según algunas opiniones, como la del escritor Federico Campbell, hay entidades del país donde se puede hablar ya de una narco-insurgencia, pues grupos criminales han tomado el control total de algunas zonas. Baja California es de los pocos estados del país y sin duda la única frontera donde se pueden ver avances reales en materia de seguridad. Cierto, estamos lejos de poder echar las campanas al vuelo, pero es innegable que el escenario de Baja California lo envidiarían Juárez o Laredo. Ojalá que las semillas de este modelo de coordinación, que empieza a cosechar algunos tímidos resultados en esta tierra, puedan ser sembradas con éxito en otros estados del país. El nuevo secretario de Gobernación tiene la última palabra. ¿Estará a la altura del reto?