El agua de la fuente hipnotizando la tarde, el cielo sin una nube, la enredadera irreductible trepando hasta la ventana del baño. El primer Sol de este verano ha dicho presente. Iker descalzo y chapeado, conoce lo que significa no estar abrigado por primera vez en su vida. Esta es la primera semana de calor en Tijuana en todo lo que va del 2010. Tres libros y un teléfono mudo; mil y un clicks dispersos: la redención y el apocalipsis, llegan vía facebook. Millones esperan algo de la vida y ese algo, suponen, llega por Internet. Aún así, yo acumulo papeles como promesas de escape, como sugerencias de un más allá, intuición de que esto no es todo. Papeles y símbolos que ya nada significan. Papeles que serán fuego y ceniza. Papeles para alimentar la Nada. En todo supermercado busco siempre la sección de libros y la de los vinos, acaso porque huelo en ellas infinitas puertas a esa otra parte donde yace la historia no escrita. La capacidad de concentración se murió hace algún tiempo. Cae la tarde. Si pudiera leer un solo libro a la vez. Si pudiera fundir mi alma en un texto único. Hoy no crucé la puerta de casa. Hoy el mundo existió en dispersiones e intuiciones, dejavus traidores, recuerdos errantes. Días y días disueltos en la altamar de la memoria, el polvo de vacío de una tarde cualquiera, de un camión que te llevó a ninguna parte, de un compás de espera insoportable, de una obsesión cuchillo. Las calles mil y un veces recorridas, las esperanzas recicladas. Tantos amaneceres se van desparramando sobre la carretera escénica, tanta puesta de Sol arrojada al vacío y el Pacifico permanece ahí, guardián al acecho, cómplice silente. Sombras a un costado de la carretera, tristes figuras errantes, nidos de almas negras, destinos torcidos. Cae la tarde y julio se diluye en su sinfonía de destrucción e irrealidad. Cae la tarde y la fuente hipnotiza. Cae la tarde y el olvido nos cubre con su manto de astros no alineados.
Friday, July 16, 2010
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