Eterno Retorno

Wednesday, October 08, 2003

Pasos de Gutenberg
Trilogía sucia de La Habana
Pedro Juan Gutiérrez
Anagrama, Narrativas hispánicas-
Por Daniel Salinas


Después de leer Trilogía sucia de La Habana, me fue inevitable sucumbir al vicio de la odiosa comparación literaria: El Caribe ya tiene su híbrido de Bukowski y Henry Miller en Pedro Juan Gutiérrez, pensé.
La literatura cubana es un racimo de plumas que arrojan tintas de todos los colores posibles, pero aún dentro de este vasto universo literario, la narrativa de Pedro Juan Gutiérrez resulta bastante atípica.
Nada que ver con los entornos oníricos de un Lezama Lima y sus ahijados literarios Reynaldo Arenas y Virgilio Piñeira. Ni la más mínima influencia de la novela histórica aderezada con realismo mágico de Alejo Carpentier y mucho menos del sabroso humor de un Guillermo Cabrera Infante.
El autor de Trilogía sucia de La Habana es un nihilista hormonal cuyos relatos van más allá de una simple crítica a la dictadura comunista.
En un país donde los escritores parecen dividirse en castristas y anticastristas, Pedro Juan Gutierrez expone el retrato literario más crudo que haya leído de la Cuba moderna, pero por fortuna carente de discursos políticos condenatorios o redentores.
De hecho el autor jamás menciona el nombre de Fidel Castro y en sus relatos el sistema socialista es parte molesta y burocrática de una existencia cotidiana naturalmente corrupta y carente de esperanzas.
Tal vez por eso mismo es una de las críticas más duras a la realidad cubana, pues lejos de las pretensiones casi mesiánicas del anticastrismo de Miami, Gutiérrez expone con radical desparpajo un desamparo ontológico y una ausencia absoluta de emociones y expectativas.
Si le creemos a la semblanza biográfica que aparece en el libro, Pedro Juan Gutiérrez nació en La Habana en 1950 en donde ha sobrevivido como vendedor de helados, cortador de caña, soldado y periodista.
Trilogía Sucia de La Habana está integrado por dos libros de relatos titulados ?Anclado en tierra de nadie? y ?Nada que hacer? y por la novela corta ?Sabor a mí?.
Aunque existen ediciones independientes de las tres obras, la Editorial Anagrama tuvo a bien incluirlas en un solo volumen.
Por lo demás, hay que señalar que entre los dos libros de relatos no hay diferencia alguna que permita distinguir uno del otro.
La temática, el escenario y el desenlace de estos relatos cortos son casi siempre iguales y no hay un avance lineal en los mismos.
Más bien se trata de estampas o anécdotas narradas en primera persona en un tono pretendidamente autobiográfico, que ocurren en casi todos los casos en La Habana Vieja dentro de antiguos edificios donde las familias viven amontonadas en tejados.
Jineteras, borrachos, ladrones, tratantes de blancas y estafadores de turistas, son la fauna que puebla las páginas de Trilogía sucia.
En la historia, el narrador se llama Pedro Juan, anda cerca de los 50 años de edad y su vida consiste únicamente en asegurar la supervivencia cada día, lo cual implica un poco de ron, mucho sexo y si se puede algunas sobras de comida.
Sus aspiraciones y necesidades no parecen ser complicadas; - a veces lo que necesitas es muy poco: sexo, ron y una mujer que te hable algunas tonterías. Estoy agotado de gente inteligente y astuta. Después ella se va y tú te quedas solo y tranquilo. Bebes más ron-, nos dice textualmente el autor.
En el horizonte de ese Mar Caribe que contempla desde las azoteas de los derruidos edificios no hay esperanza ni futuro alguno y todo en el narrador parece ser entrega y resignación al instante presente.
Una sola frase ilustra a la perfección la vida del autor: -Por la tarde no tenía nada que hacer. Bueno, así es día tras día. Nunca se hace nada. Llevaba días sin darme un trago, sin dinero, esperando. ¿Esperando qué? Nada. Esperando. Aquí todos esperan. Los días pasan. Y el cerebro se embota. Eso es bueno. Tener el cerebro embotado para no pensar-.
Al más puro estilo de Bukowski, este cubano salpica cada una de las 359 páginas de esta trilogía con frases muy cortas, exceso de puntos y seguido y una ausencia total de símbolos y metáforas.
Las descripciones son crudas, literales, carentes de cualquier indicio de sentimentalismo y con sus buenas dosis de escatología, lo que inevitablemente hace recordar a Henry Miller y sus trópicos.
-Hacía días que me tiraba unos pedos muy apestosos. Sólo comía frijoles negros. Y se convertían rápidamente en pedos hediondos. Yo mismo me asqueaba de aquel olor a mierda podrida. Por suerte estaba solo en el cuarto. Luisa acompañaba esa semana a un gallego con plata y estaba en un hotel-, narra el autor al principio de un cuento.
La novela -Sabor a mí- trata sobre la experiencia del narrador en una cárcel cubana y si bien hay cierta continuidad lineal, la estructura es casi idéntica a los relatos.
Lo mejor de todo es que dentro la crudeza y el entrono depresivo que invade cada una de las páginas, Pedro Juan Gutiérrez tiene la capacidad de atrapar al lector y no necesariamente por generar la ansiedad de develar una trama o un misterio, sino por la fluidez y el descaro de cada una de sus frases.
El cubano es ante todo un narrador ameno sin que ello signifique algún tipo de concesión a lo políticamente correcto en sus relatos, que amenazan con impregnar al lector de un aroma a ron barato y sexo furtivo.