Un 18 de agosto, creo que de 1978, tuve la que ha sido hasta ahora una de las experiencias más impactantes y fuertes de toda mi existencia y tal vez uno de los recuerdos más vivos de mi temprana infancia: Conocí el Mar.
La visión fue impactante. Ese fue mi primer viaje largo por carretera. Bueno, eran cinco horas de camino de Monterrey a la Isla del Padre, pero cuando tienes cuatro años de edad se te hacen una eternidad. Además recuerdo que tuvimos terribles contratiempos durante el camino. Las balatas se empezaron a quemar ahí por Cadereyta (y también desde ese memorable día se quedó grabado en mi nariz el inconfundible olor de los frenos quemados) y tuvimos que llegar de urgencia al taller. Recuerdo la impaciencia que sentía por ver el Mar. A cada miserable riachuelo que pasábamos preguntaba yo si era la playa. Cruzamos el Río Bravo por el puente de Reynosa y llegamos a Mc Allen (no recuerdo si esa fue la primera vez que crucé la frontera en mi vida, pero probablemente sí) Tengo muy presente lo mucho que me emocionaba la leche de chocolate Borden y el olor de gabacholandia. Me encontraba en el punto culminante de mi desesperación, cuando de pronto llegamos al gigantesco puente que une Puerto Isabel con la Isla del Padre. Me habían hablado demasiado de ese puente (es mucho más grande que el Puente Miravalle que cruza el Río Santa Catarina y une Monterrey con Garza García, hasta entonces mi único parámetro vivencial en lo que a puentes refiere) pero supero todas mis expectativas posibles. Cruzar ese puente significó la visión más impresionante de mi vida. ¿Como podía haber tanta inmensidad azul en el Universo? Mi mayor parámetro de concentración de agua eran las esporádicas veces en que las lluvias formaban una corriente en el Santa Catarina. Si el cielo existe, yo le di una vuelta la tarde de aquel 18 de agosto cuando cruzábamos el puente de Puerto Isabel que me resultaba inmenso, inacabable. Lo más parecido a Dios que he visto en mi atea vida. El Mar estaba ahí, ante mí, como una prueba de la existencia de lo absoluto y lo divino. Desde entonces tengo una incurable adicción por la contemplación de paisajes oceánicos. El Mar me llama, ejerce sobre mí un magnetismo inexplicable. Puedo contemplarlo por horas y horas. Desde hace cuatro años y medio tengo el privilegio de poder contemplar el Mar cada mañana. Decidí vivir lo más cerca posible de él, pues cuando la existencia aprieta y la piedra de Sísifo amenaza con aplastar tu cuerpo, ahí estará ante mí el eterno Guardián, el Gran Emperador del Planeta, misterioso, elegante, inmenso y me basta con contemplarlo para afirmar una vez más que la vida mereció la pena ser vivida.
Funes el memorioso
Pienso en ese cuento de Borges titulado Funes el memorioso, una terrible y obsesiva metáfora del insomnio que el buen Jorge Luis, al igual que yo, padeció toda su vida.
Funes es un joven campesino que un día queda tullido en un accidente. Pero más allá de su desgracia física, el joven padecerá una catástrofe aún mayor: estará condenado a abarcar en su cabeza toda la memoria del Mundo sin poder olvidarla jamás y sin posibilidad alguna de arrojarla de su mente.
Borges siempre estuvo obsesionado por la idea de la imaginación como refractario de la totalidad. Una cabeza que pese a los esfuerzos no pude olvidar el todo que pasa por encima de ella.
Cuando uno tiene insomnio está atado con grilletes al espantosamente alucinante mundo real. Una suerte de Aleph maléfico se posa sobre la cabeza y cierra las puertas a la bendita redención de Morfeo.
Entonces, irremediablemente, me siento Funes. Mi insomnio es obsesivamente puntual. Llega sin falta las noches de domingo y alcanza su punto culminante en la madrugada de lunes, aunque casos hay en que me suele visitar entre semana.
El color alucinante de los pensamientos durante el insomnio solo tiene comparación con los delirios de la fiebre. Si me pusiera a escribir durante el insomnio (rara vez lo hago) el papel se poblaría de bestias infernales. Y es que mi cabeza se ve como la de aquel cuadro de Goya titulado El sueño de la razón produce monstruos. Ahí tenemos a esa desquiciada superficie encefálica pariendo criaturas infernales. Esos prófugos del averno de mi subconsciente, pululan por la cama los domingos por la noche y yo nada puedo hacer para impedirlo (y me niego a tomar pastas por cierto)
Una batalla más
Pero lo peor del insomnio no es el insomnio mismo, sino la idea de la mañana inclemente que aguarda al final del alucinante camino. Y vaya que la mañana del regreso a clases no tiene clemencia de ningún tipo. Vivir tu día de furia en el tráfico de Tijuana manejando desde Hacienda del Mar hasta el Guaycura es de por sí una proeza, pero si a eso le añadimos varias decenas de atolondradas doñas al volante cruzándose en tu camino, entonces la cosa toma tintes dantescos. Los video juegos de pool position deberían incluir como su obstáculo más difícil a las doñas que van a dejar a sus tepescuincles a la escuela. Yo se que la Cofradía de los Blogs Feministas van a querer crucificarme y sin duda me acu-sarán de ser un machista intolerante, pero lo cierto es que yo me pronuncio porque el Gobierno le expropie a las doñas sus licencias de conducir y las obligue, en nombre del bienestar público y la armonía vial, a andar en taxi o contar con un chofer.
Luego de una hora y media de pelear a sangre y fuego con el tráfico, uno se pregunta demasiadas cosas. El Universo renace los lunes a punta de fuetazos y baldes de agua helada. Miles de motores se encienden, una plaga de llantas empieza a rodar, suenan los claxons, cambian los semáforos, surgen gritos y mentadas y todo ello no es más que el contaminado combustible que asegura que este absurdo absoluto siga dando vueltas (En el momento preciso en que escribo esto, son casi las 16:00 horas, una camioneta se ha volteado espectacularmente frente a nuestro periódico y es que estando en la Vía Rápida sueles tener show gratis desde la ventana).
En fin, el absurdo sigue girando y yo soy la viva imagen de quien sabe que especie de decadencia. Una barba de varios días cubre mi rostro de insomne y una carencia de inspiración periodística me invade. Sucede irremediablemente los lunes. Estos días arrastran todavía la hueva propia del fin de semana. Somos muy pocos trabajando, nunca pasa ni madre, no encuentras a nadie ni por casualidad y una epidemia de hastío se posa en cada uno de los rincones de nuestro dinámico Universo, mientras pienso en sacar de lo más profundo de mi manga algo interesante para ofrecer mañana a nuestros lectores.
Se acerca la Doncella
Sigo con obsesiva atención las incidencias de la gira de Maiden, Dio y Motörhead. En la página de Maiden tienen a bien publicar el diario del bataco Niko Mc Brian (que bien podría ser un blog) en donde narra las incidencias de las correrías de la Doncella de Hierro por Norteamérica. Hace un buen rato que no aguardaba con tanto deseo un concierto. Por cierto, en las anteriores ocasiones que he visto a Maiden, había un nuevo disco en el mercado y por ende el concierto estaba plagado de rolas nuevas. Este año habrá nuevo disco, pero resulta que aún no sale y según he leído, en el concierto solo incluyen una canción nueva de este material. Eso me resulta de lo más apetecible, pues significa que Maiden recetará un repaso a toda la discografía sin dar preferencia a un nuevo disco. De hecho, en las anteriores ocasiones que los he visto, han abierto el concierto con la primera rola del disco nuevo en cuestión y ahora no será así.
El 8 de septiembre estará la venta el disco Dance of Death, cuyo primer single es Wildest dreams, título homónimo de una rolita de los también ingleses Moody Blues. Según he leído, esta será la única rolita nueva que estarán tocando en esta gira. Faltan ocho días. La cuenta regresiva comienza y ya me anda.
La manchesteriana voz del Señor Curtis
Intentando poner un poco de orden en el estudio, encontré una verdadera reliquia que creía se habría perdido en la mudanza. Se trata de casete de Substance de Joy Division. La relación que he mantenido a lo largo de mi existencia con esta banda ha sido ambigua aunque siempre la he tenido presente. Joy Division me coloca en un estado bastante singular.
Este día de horroroso calor y tráfico desquiciante, estuvo amenizado por la enigmática voz de Ian Curtis. Creo que si tuviera que elegir una rola favorita, me quedo con Dead Souls, aunque Warsaw, Leaders of man, Transmision y She lost control darían la pelea-
La visión fue impactante. Ese fue mi primer viaje largo por carretera. Bueno, eran cinco horas de camino de Monterrey a la Isla del Padre, pero cuando tienes cuatro años de edad se te hacen una eternidad. Además recuerdo que tuvimos terribles contratiempos durante el camino. Las balatas se empezaron a quemar ahí por Cadereyta (y también desde ese memorable día se quedó grabado en mi nariz el inconfundible olor de los frenos quemados) y tuvimos que llegar de urgencia al taller. Recuerdo la impaciencia que sentía por ver el Mar. A cada miserable riachuelo que pasábamos preguntaba yo si era la playa. Cruzamos el Río Bravo por el puente de Reynosa y llegamos a Mc Allen (no recuerdo si esa fue la primera vez que crucé la frontera en mi vida, pero probablemente sí) Tengo muy presente lo mucho que me emocionaba la leche de chocolate Borden y el olor de gabacholandia. Me encontraba en el punto culminante de mi desesperación, cuando de pronto llegamos al gigantesco puente que une Puerto Isabel con la Isla del Padre. Me habían hablado demasiado de ese puente (es mucho más grande que el Puente Miravalle que cruza el Río Santa Catarina y une Monterrey con Garza García, hasta entonces mi único parámetro vivencial en lo que a puentes refiere) pero supero todas mis expectativas posibles. Cruzar ese puente significó la visión más impresionante de mi vida. ¿Como podía haber tanta inmensidad azul en el Universo? Mi mayor parámetro de concentración de agua eran las esporádicas veces en que las lluvias formaban una corriente en el Santa Catarina. Si el cielo existe, yo le di una vuelta la tarde de aquel 18 de agosto cuando cruzábamos el puente de Puerto Isabel que me resultaba inmenso, inacabable. Lo más parecido a Dios que he visto en mi atea vida. El Mar estaba ahí, ante mí, como una prueba de la existencia de lo absoluto y lo divino. Desde entonces tengo una incurable adicción por la contemplación de paisajes oceánicos. El Mar me llama, ejerce sobre mí un magnetismo inexplicable. Puedo contemplarlo por horas y horas. Desde hace cuatro años y medio tengo el privilegio de poder contemplar el Mar cada mañana. Decidí vivir lo más cerca posible de él, pues cuando la existencia aprieta y la piedra de Sísifo amenaza con aplastar tu cuerpo, ahí estará ante mí el eterno Guardián, el Gran Emperador del Planeta, misterioso, elegante, inmenso y me basta con contemplarlo para afirmar una vez más que la vida mereció la pena ser vivida.
Funes el memorioso
Pienso en ese cuento de Borges titulado Funes el memorioso, una terrible y obsesiva metáfora del insomnio que el buen Jorge Luis, al igual que yo, padeció toda su vida.
Funes es un joven campesino que un día queda tullido en un accidente. Pero más allá de su desgracia física, el joven padecerá una catástrofe aún mayor: estará condenado a abarcar en su cabeza toda la memoria del Mundo sin poder olvidarla jamás y sin posibilidad alguna de arrojarla de su mente.
Borges siempre estuvo obsesionado por la idea de la imaginación como refractario de la totalidad. Una cabeza que pese a los esfuerzos no pude olvidar el todo que pasa por encima de ella.
Cuando uno tiene insomnio está atado con grilletes al espantosamente alucinante mundo real. Una suerte de Aleph maléfico se posa sobre la cabeza y cierra las puertas a la bendita redención de Morfeo.
Entonces, irremediablemente, me siento Funes. Mi insomnio es obsesivamente puntual. Llega sin falta las noches de domingo y alcanza su punto culminante en la madrugada de lunes, aunque casos hay en que me suele visitar entre semana.
El color alucinante de los pensamientos durante el insomnio solo tiene comparación con los delirios de la fiebre. Si me pusiera a escribir durante el insomnio (rara vez lo hago) el papel se poblaría de bestias infernales. Y es que mi cabeza se ve como la de aquel cuadro de Goya titulado El sueño de la razón produce monstruos. Ahí tenemos a esa desquiciada superficie encefálica pariendo criaturas infernales. Esos prófugos del averno de mi subconsciente, pululan por la cama los domingos por la noche y yo nada puedo hacer para impedirlo (y me niego a tomar pastas por cierto)
Una batalla más
Pero lo peor del insomnio no es el insomnio mismo, sino la idea de la mañana inclemente que aguarda al final del alucinante camino. Y vaya que la mañana del regreso a clases no tiene clemencia de ningún tipo. Vivir tu día de furia en el tráfico de Tijuana manejando desde Hacienda del Mar hasta el Guaycura es de por sí una proeza, pero si a eso le añadimos varias decenas de atolondradas doñas al volante cruzándose en tu camino, entonces la cosa toma tintes dantescos. Los video juegos de pool position deberían incluir como su obstáculo más difícil a las doñas que van a dejar a sus tepescuincles a la escuela. Yo se que la Cofradía de los Blogs Feministas van a querer crucificarme y sin duda me acu-sarán de ser un machista intolerante, pero lo cierto es que yo me pronuncio porque el Gobierno le expropie a las doñas sus licencias de conducir y las obligue, en nombre del bienestar público y la armonía vial, a andar en taxi o contar con un chofer.
Luego de una hora y media de pelear a sangre y fuego con el tráfico, uno se pregunta demasiadas cosas. El Universo renace los lunes a punta de fuetazos y baldes de agua helada. Miles de motores se encienden, una plaga de llantas empieza a rodar, suenan los claxons, cambian los semáforos, surgen gritos y mentadas y todo ello no es más que el contaminado combustible que asegura que este absurdo absoluto siga dando vueltas (En el momento preciso en que escribo esto, son casi las 16:00 horas, una camioneta se ha volteado espectacularmente frente a nuestro periódico y es que estando en la Vía Rápida sueles tener show gratis desde la ventana).
En fin, el absurdo sigue girando y yo soy la viva imagen de quien sabe que especie de decadencia. Una barba de varios días cubre mi rostro de insomne y una carencia de inspiración periodística me invade. Sucede irremediablemente los lunes. Estos días arrastran todavía la hueva propia del fin de semana. Somos muy pocos trabajando, nunca pasa ni madre, no encuentras a nadie ni por casualidad y una epidemia de hastío se posa en cada uno de los rincones de nuestro dinámico Universo, mientras pienso en sacar de lo más profundo de mi manga algo interesante para ofrecer mañana a nuestros lectores.
Se acerca la Doncella
Sigo con obsesiva atención las incidencias de la gira de Maiden, Dio y Motörhead. En la página de Maiden tienen a bien publicar el diario del bataco Niko Mc Brian (que bien podría ser un blog) en donde narra las incidencias de las correrías de la Doncella de Hierro por Norteamérica. Hace un buen rato que no aguardaba con tanto deseo un concierto. Por cierto, en las anteriores ocasiones que he visto a Maiden, había un nuevo disco en el mercado y por ende el concierto estaba plagado de rolas nuevas. Este año habrá nuevo disco, pero resulta que aún no sale y según he leído, en el concierto solo incluyen una canción nueva de este material. Eso me resulta de lo más apetecible, pues significa que Maiden recetará un repaso a toda la discografía sin dar preferencia a un nuevo disco. De hecho, en las anteriores ocasiones que los he visto, han abierto el concierto con la primera rola del disco nuevo en cuestión y ahora no será así.
El 8 de septiembre estará la venta el disco Dance of Death, cuyo primer single es Wildest dreams, título homónimo de una rolita de los también ingleses Moody Blues. Según he leído, esta será la única rolita nueva que estarán tocando en esta gira. Faltan ocho días. La cuenta regresiva comienza y ya me anda.
La manchesteriana voz del Señor Curtis
Intentando poner un poco de orden en el estudio, encontré una verdadera reliquia que creía se habría perdido en la mudanza. Se trata de casete de Substance de Joy Division. La relación que he mantenido a lo largo de mi existencia con esta banda ha sido ambigua aunque siempre la he tenido presente. Joy Division me coloca en un estado bastante singular.
Este día de horroroso calor y tráfico desquiciante, estuvo amenizado por la enigmática voz de Ian Curtis. Creo que si tuviera que elegir una rola favorita, me quedo con Dead Souls, aunque Warsaw, Leaders of man, Transmision y She lost control darían la pelea-