Hace unos días apareció publicada una carta del escritor Luis Humberto Crosthwaite dirigida al empresario José Galicot en donde explicaba los motivos por los que rechazó que su fotografía apareciera en el Paseo de la Fama tijuanense que ha sido colocado en el horrible aeropuerto de esta ciudad.
Posteriormente, Jaime Chaidez hizo un atinado comentario en su columna dando su apoyo a Luis Humberto. El tema me ha puesto a pensar. El autor del Gran pretender tiene mucha razón y respaldo totalmente su decisión de no aparecer en dicho paseo. Fue lo más coherente que pudo hacer alguien que realmente quiere a Tijuana.
Respeto los esfuerzos que hace Galicot con su Comité de Imagen de Tijuana, pues como hijo adoptivo que soy de esta ciudad, me gusta que se hable bien de ella. También detesto que gente de otras partes de la República hablen pestes de TJ cuando ni siquiera la conocen y jamás dudo en defenderla cuando alguien se pone a blasfemar sobre su nombre sin conocimiento de causa. Lo que no me gusta son los métodos rimbombantes de Galicot y su discurso meloso atiborrado de lindos adjetivos en superlativo. La limpia que promueve el empresario, bajo mi punto de vista, parte de una óptica puritana inaplicable a esta ciudad. No se puede querer a alguien empeñado en taparte los ojos para no mirar aquellas cosas, que bajo una óptica como la de Galicot, son defectos. Es tanto como decir que estas muy enamorado de tu mujer, pero la obligas a matarse en el gimnasio y maquillarse la cara para que elimine aquello que bajo la mirada absolutista se ve feo y es innombrable. A la mierda. No hay nada como amar y ser amado con toda la catarata de defectos inherentes a toda ciudad y ser humano. La Tijuana de Galicot, empapada con ese discurso salido de libro de Miguel Ángel Cornejo, sería aburridísima, soporífera y desan-gelada. Prefiero la Tijuana de Estrella de la Calle Sexta o Instrucciones para cruzar la frontera. Hay que aprender a amar a Tijuana como es y una vez que lo has hecho, no podrás separarte de ella. O acaso porque quiero mucho esta ciudad voy a decir que en Tijuana no hay putas, que en Tijuana no hay narcotráfico, que en Tijuana no hay polleros, que en Tijuana no hay cantinas y que en Tijuana todos somos empresarios bonitos, bien vestidos que no dicen groserías ni van a cantinas y se levantan cada mañana con la falsa sonrisa de un libro de Alex Day. Que hueva. Por lo demás, estoy seguro que el presidente del Comité de Imagen de Tijuana nunca ha leído a Crosthwaite y supongo que sus libros de cabecera son motivacionales o de excelencia empresarial. De cualquier manera, yo apoyo los esfuerzos de todo aquel que quiera hacer algo por nuestra ciudad, aunque tengo otra forma de quererla.
Me quedó con aquella estrofa del buen Andrés Calamaro en la rola Ni tan Buenos Aires: Pero no me importa nada, Buenos Aires es mío y no la cambiaría, me la quedo con toda su porquería- Y sí, amar significa quedarse con alguien o algo, con toda su porquería.
La rola termina con una frase contundente: Buenos Aires, mi cloaca preferida. Tijuana es la mía y aquí me quedé a vivir.
Posteriormente, Jaime Chaidez hizo un atinado comentario en su columna dando su apoyo a Luis Humberto. El tema me ha puesto a pensar. El autor del Gran pretender tiene mucha razón y respaldo totalmente su decisión de no aparecer en dicho paseo. Fue lo más coherente que pudo hacer alguien que realmente quiere a Tijuana.
Respeto los esfuerzos que hace Galicot con su Comité de Imagen de Tijuana, pues como hijo adoptivo que soy de esta ciudad, me gusta que se hable bien de ella. También detesto que gente de otras partes de la República hablen pestes de TJ cuando ni siquiera la conocen y jamás dudo en defenderla cuando alguien se pone a blasfemar sobre su nombre sin conocimiento de causa. Lo que no me gusta son los métodos rimbombantes de Galicot y su discurso meloso atiborrado de lindos adjetivos en superlativo. La limpia que promueve el empresario, bajo mi punto de vista, parte de una óptica puritana inaplicable a esta ciudad. No se puede querer a alguien empeñado en taparte los ojos para no mirar aquellas cosas, que bajo una óptica como la de Galicot, son defectos. Es tanto como decir que estas muy enamorado de tu mujer, pero la obligas a matarse en el gimnasio y maquillarse la cara para que elimine aquello que bajo la mirada absolutista se ve feo y es innombrable. A la mierda. No hay nada como amar y ser amado con toda la catarata de defectos inherentes a toda ciudad y ser humano. La Tijuana de Galicot, empapada con ese discurso salido de libro de Miguel Ángel Cornejo, sería aburridísima, soporífera y desan-gelada. Prefiero la Tijuana de Estrella de la Calle Sexta o Instrucciones para cruzar la frontera. Hay que aprender a amar a Tijuana como es y una vez que lo has hecho, no podrás separarte de ella. O acaso porque quiero mucho esta ciudad voy a decir que en Tijuana no hay putas, que en Tijuana no hay narcotráfico, que en Tijuana no hay polleros, que en Tijuana no hay cantinas y que en Tijuana todos somos empresarios bonitos, bien vestidos que no dicen groserías ni van a cantinas y se levantan cada mañana con la falsa sonrisa de un libro de Alex Day. Que hueva. Por lo demás, estoy seguro que el presidente del Comité de Imagen de Tijuana nunca ha leído a Crosthwaite y supongo que sus libros de cabecera son motivacionales o de excelencia empresarial. De cualquier manera, yo apoyo los esfuerzos de todo aquel que quiera hacer algo por nuestra ciudad, aunque tengo otra forma de quererla.
Me quedó con aquella estrofa del buen Andrés Calamaro en la rola Ni tan Buenos Aires: Pero no me importa nada, Buenos Aires es mío y no la cambiaría, me la quedo con toda su porquería- Y sí, amar significa quedarse con alguien o algo, con toda su porquería.
La rola termina con una frase contundente: Buenos Aires, mi cloaca preferida. Tijuana es la mía y aquí me quedé a vivir.