Eterno Retorno

Tuesday, August 12, 2003

La mente, algunas veces, se vuelve lodo fértil. Entraña de tierra tropical en donde las ideas surgen como matorrales nacidos de una prófuga semilla. Una imagen, un cielo, un pensamiento, bastan para hacerme parir historias de lo que pudo haber sido.


La niebla volvió a cubrir la Carretera Escénica esta mañana. Nada puede distinguirse excepto las luces de los carros y esos seres fantasmagóricos que se atraviesan como conejos y pegan un brinco entre los hoyos de la barda que ellos mismos se han dedicado a agujerar con furtiva paciencia

Mi hermana Ana ha dejado Irlanda para marcharse a Francia en donde ya debe estar en estos momentos. Solo espero que aproveche la invitación a visitar la bella Italia. Por fortuna, Ana se dio cuenta muy a tiempo que el mundo no se acaba en el Cerro de la Silla.


Las Islas Coronado

Ya lo he dicho antes: La isla al medio día es uno de mis cuentos favoritos de Cortázar. El cuento trata de un aeromozo que todos los días al medio día mira, desde la ventanilla del avión donde trabaja, una pequeña isla en el Mar Egeo con la que empieza a alucinar. Luego de meses y meses de contemplar la isla al medio día, el aeromozo decide pedir sus vacaciones e ir a pasarlas a su soñada isla, que no es más que un peñasco desierto visitado ocasionalmente por pescadores. Cuando finalmente está en la Isla, tirando hueva a pierna suelta, el aeromozo se da cuenta que pronto será el mediodía y se dispone a ver su avión pasar por encima de él. Vaya espectáculo el que la aleatoriedad reserva al aeromozo que desde su hamaca ve desplomarse el avión justo en los peñascos de la isla donde se encuentra. En fin, si no lo han leído ya se los conté. La cuestión es que todas las mañanas (y también las tardes si es que llego temprano) suelo contemplar las Islas Coronado. En ocasiones, las menos, se pueden distinguir con impresionante claridad que permite mirar las rocas y las plantas. Las más de las veces, son apenas un par de sombras oscuras que se diluyen en la niebla, un presentimiento de acecho, fantasmagórico barco gigante, monstruo marino emergiendo del horizonte. Me gusta sentir que las Islas Coronado nos miran, nos acechan y nos vigilan como eternos guardianes. He escuchado toda clase de leyendas sobre ellas, pero yo he preferido fabricar mis propias historias. Alguien está parado en el acantilado de la Isla y observa a Tijuana desgarrada por la furia de lo cotidiano. La ciudad debe mirarse tan inocente, tan etérea desde ese lugar. ¿Quién nos mira desde ahí? ¿Solamente lobos marinos y las gaviotas? En fin, ya no le doy más vueltas al asunto: Quiero mirar Tijuana desde las Islas Coronado.