Disertación en torno a mis cervezas favoritas
Era una helada tarde de noviembre de 1996 y me encontraba en un bar del centro de Edimburgo. Había viajado un día antes desde Londres con la esperanza de encontrar un boleto para el Escocia vs Suecia que se jugaba en el Hampden Park de Glasgow (partido eliminatorio para Francia 98) La suerte no estaba de mi lado; me fue imposible encontrar un boleto y con mis limitados recursos no había para andarle pagando 100 libras a un revendedor. Sin embargo, tuve la fortuna de visitar una bellísima y majestuosa ciudad como es Edimburgo (Irvine Welsh se reiría de mi cursilería) y pude probar la que hasta ahora es en mi Pandemonio cervecero, la Reina de todas las cervezas: La Guiness.
Estaba en un bar en compañía de un australiano viendo por televisión el juego al que no pude acudir (Escocia ganó 1-0 con gol de Brave Heart Mc Allister lo recuerdo bien) cuando mis labios probaron por vez primera ese elixir divino. El australiano fue el responsable – ¿Quieres probar algo verdaderamente fuerte?- Pide una Guiness. Y creó un monstruo. Recuerdo el vaso grande, gordo, espumoso, tibio y denso como la nata. Sobre la espuma, la imagen de un trébol marcada con un molde adornaba la bebida de los dioses célticos.
Desde entonces, beber ese elixir irlandés es para mí algo más que un ritual sacro. Cuando el tiempo me lo permite, suelo acudir al St Patriks, un bar irlandés ubicado en el Gaslamp. Cuando mi pienso que mi hermana Ana se pasó todo el verano en Dublín, se me hace agua la boca solo de pensar en toda la Guiness que yo hubiera tomado en ese tiempo.
Ese mismo año tan trotamundebrio de 1996, me aficioné a otra cerveza, nativa del Estado de Massachussets en donde residí por espacio de siete meses: La Samuel Adams, por muchísimo la mejor cerveza que producen los Estados Unidos. En el verano de 1996 yo jugaba en un equipo de futbol en el pueblo de Billerica y siempre al concluir el partido, mis compañeros tenían a bien invitarme a beber la cerveza del gran caudillo independentista de Nueva Inglaterra. Desde entonces, cada que estoy en un bar gringo, no pierdo la oportunidad de saludar a mi amigo Samuel.
La cerveza que cierra la trilogía bendita es bastante más fácil de encontrar aquí en TJ (de hecho cualquier AM que se de a respetar la vende) Se trata de la Heineken. Esa sí no recuerdo cuando la probé, aunque supongo que la debo haber robado del refrigerador de alguno de mis tíos fresas. Pero eso sí, nada como beber la Heineken en su mismísima casa. En las dos ocasiones que he estado en Holanda (1996 y 1999) me he dedicado con fervor a vaciar botes de Heineken, que aderezados con los excelentes productos que uno puede comprar en los cofee shops, es capaz de regalarte tardes dionisiacas (Holanda es Dionisio convertido en país). Recuerdo el 30 de abril de 1999, cuando Carolina y yo caminábamos por las atestadas calles de Amsterdam pintadas de color naranja en plena celebración del Queens Day. Nunca antes había visto tanta Heineken junta.
Una cuarta en la lista podría ser la cerveza Carlsberg, un elixir danés que adorna desde hace años la roja camisa del FC Liverpool, una de las que más me gusta usar. Su variedad oscura la probé en Londres y me hizo bailar a orillas del Támesis.
Pero claro, oriundo como soy de una tierra cervecera cuya fábrica es en gran parte responsable de su progreso industrial, se gozar de la cerveza mexicana. Aquí o tengo dudas sobre mis gustos:La Negra Modelo, en primerísimo lugar y con la Tijuana oscura dando la pelea en la gran final. De hecho a veces prefiero la Tijuana. La Bohemia y la XX Ambar le siguen en el cuadro de honor. Para el calor, Sol, Coronita y hasta Mexicali. La Tecate nomás no me pasa. La cerveza de mi tierra, la Carta Blanca, tampoco, salvo por el hecho de que es la cerveza oficial del Estadio Universitario de San Nicolás de los Garza.
La única posibilidad que tiene una Tecate de entrar a visitar mi selectiva garganta, es que la lata (necesariamente roja, pues la light es mierda) esté bañada en sal y limón por los bordes. Otra posibilidad es que sea bebida en el Jardín de la Cerveza de Tecate en una cálida tarde. Ahí la cerveza me sabe deliciosa.
¿Quieres mentarme la madre? Hazme tomar una caguama Tecate en el Porkys. La caguama Tecate es un insulto al buen bebedor. El formato caguama, cualquiera que sea la marca, contiene un líquido de pésima calidad. Por alguna razón, cuando uno anda jodido económicamente suele beber caguamas. Cuando yo era adolescente bebía en caguama. Me acuerdo a mis 15 años, cuando mi amigo Carlos Macías y yo nos íbamos a beber a un depa en el Huizachal (Naucalpan Edo Mex) Tres caguamas para cada quien, Victoria o Corona y luego medio tibias como suelen servirlas allá en el Centro de la República. Guacala. Cuando uno es teenager no disfruta la delicia de la peda, simplemente persigue desesperadamente el acto de ponerse pedo y embrutecerse. Después, uno aprende que así como hay cervezas que son un verdadero elixir de la vida, hay aguas del caño embotelladas.
La cerveza, he de confesarlo, es uno de los grandes placeres por los que esta vida merece ser vivida, uno de esos sudores de Dionisio que bañaron a la humanidad para hacerla sacralizar instantes y entornos- Mejor ya le paro de escribir y me voy a beber una - Salud
Top de la cerveza
La trilogía bendita—Guiness- Sam Adams- Heineken (La Carlsberg toca la puerta)
(Debo decir que en Alemania y Bélgica probé cervezas de barril deliciosas, pero no recuerdo sus nombres. Una vez mi amigo César Romero nos trajo unas cervezas de la República Checa que también eran palabras mayores)
El cuadro de honor nacional---- Tijuana oscura- Negra Modelo- Bohemia-
(XX Ambar, Corona Huevo de Toro tocan la puerta, pero están un peldaño más abajo)
Mayor escupitajo a la vida --- Caguama Tecate o Carta Blanca (confieso con humildad que muchas veces he tragado escupitajos a falta de otra cosa)
Era una helada tarde de noviembre de 1996 y me encontraba en un bar del centro de Edimburgo. Había viajado un día antes desde Londres con la esperanza de encontrar un boleto para el Escocia vs Suecia que se jugaba en el Hampden Park de Glasgow (partido eliminatorio para Francia 98) La suerte no estaba de mi lado; me fue imposible encontrar un boleto y con mis limitados recursos no había para andarle pagando 100 libras a un revendedor. Sin embargo, tuve la fortuna de visitar una bellísima y majestuosa ciudad como es Edimburgo (Irvine Welsh se reiría de mi cursilería) y pude probar la que hasta ahora es en mi Pandemonio cervecero, la Reina de todas las cervezas: La Guiness.
Estaba en un bar en compañía de un australiano viendo por televisión el juego al que no pude acudir (Escocia ganó 1-0 con gol de Brave Heart Mc Allister lo recuerdo bien) cuando mis labios probaron por vez primera ese elixir divino. El australiano fue el responsable – ¿Quieres probar algo verdaderamente fuerte?- Pide una Guiness. Y creó un monstruo. Recuerdo el vaso grande, gordo, espumoso, tibio y denso como la nata. Sobre la espuma, la imagen de un trébol marcada con un molde adornaba la bebida de los dioses célticos.
Desde entonces, beber ese elixir irlandés es para mí algo más que un ritual sacro. Cuando el tiempo me lo permite, suelo acudir al St Patriks, un bar irlandés ubicado en el Gaslamp. Cuando mi pienso que mi hermana Ana se pasó todo el verano en Dublín, se me hace agua la boca solo de pensar en toda la Guiness que yo hubiera tomado en ese tiempo.
Ese mismo año tan trotamundebrio de 1996, me aficioné a otra cerveza, nativa del Estado de Massachussets en donde residí por espacio de siete meses: La Samuel Adams, por muchísimo la mejor cerveza que producen los Estados Unidos. En el verano de 1996 yo jugaba en un equipo de futbol en el pueblo de Billerica y siempre al concluir el partido, mis compañeros tenían a bien invitarme a beber la cerveza del gran caudillo independentista de Nueva Inglaterra. Desde entonces, cada que estoy en un bar gringo, no pierdo la oportunidad de saludar a mi amigo Samuel.
La cerveza que cierra la trilogía bendita es bastante más fácil de encontrar aquí en TJ (de hecho cualquier AM que se de a respetar la vende) Se trata de la Heineken. Esa sí no recuerdo cuando la probé, aunque supongo que la debo haber robado del refrigerador de alguno de mis tíos fresas. Pero eso sí, nada como beber la Heineken en su mismísima casa. En las dos ocasiones que he estado en Holanda (1996 y 1999) me he dedicado con fervor a vaciar botes de Heineken, que aderezados con los excelentes productos que uno puede comprar en los cofee shops, es capaz de regalarte tardes dionisiacas (Holanda es Dionisio convertido en país). Recuerdo el 30 de abril de 1999, cuando Carolina y yo caminábamos por las atestadas calles de Amsterdam pintadas de color naranja en plena celebración del Queens Day. Nunca antes había visto tanta Heineken junta.
Una cuarta en la lista podría ser la cerveza Carlsberg, un elixir danés que adorna desde hace años la roja camisa del FC Liverpool, una de las que más me gusta usar. Su variedad oscura la probé en Londres y me hizo bailar a orillas del Támesis.
Pero claro, oriundo como soy de una tierra cervecera cuya fábrica es en gran parte responsable de su progreso industrial, se gozar de la cerveza mexicana. Aquí o tengo dudas sobre mis gustos:La Negra Modelo, en primerísimo lugar y con la Tijuana oscura dando la pelea en la gran final. De hecho a veces prefiero la Tijuana. La Bohemia y la XX Ambar le siguen en el cuadro de honor. Para el calor, Sol, Coronita y hasta Mexicali. La Tecate nomás no me pasa. La cerveza de mi tierra, la Carta Blanca, tampoco, salvo por el hecho de que es la cerveza oficial del Estadio Universitario de San Nicolás de los Garza.
La única posibilidad que tiene una Tecate de entrar a visitar mi selectiva garganta, es que la lata (necesariamente roja, pues la light es mierda) esté bañada en sal y limón por los bordes. Otra posibilidad es que sea bebida en el Jardín de la Cerveza de Tecate en una cálida tarde. Ahí la cerveza me sabe deliciosa.
¿Quieres mentarme la madre? Hazme tomar una caguama Tecate en el Porkys. La caguama Tecate es un insulto al buen bebedor. El formato caguama, cualquiera que sea la marca, contiene un líquido de pésima calidad. Por alguna razón, cuando uno anda jodido económicamente suele beber caguamas. Cuando yo era adolescente bebía en caguama. Me acuerdo a mis 15 años, cuando mi amigo Carlos Macías y yo nos íbamos a beber a un depa en el Huizachal (Naucalpan Edo Mex) Tres caguamas para cada quien, Victoria o Corona y luego medio tibias como suelen servirlas allá en el Centro de la República. Guacala. Cuando uno es teenager no disfruta la delicia de la peda, simplemente persigue desesperadamente el acto de ponerse pedo y embrutecerse. Después, uno aprende que así como hay cervezas que son un verdadero elixir de la vida, hay aguas del caño embotelladas.
La cerveza, he de confesarlo, es uno de los grandes placeres por los que esta vida merece ser vivida, uno de esos sudores de Dionisio que bañaron a la humanidad para hacerla sacralizar instantes y entornos- Mejor ya le paro de escribir y me voy a beber una - Salud
Top de la cerveza
La trilogía bendita—Guiness- Sam Adams- Heineken (La Carlsberg toca la puerta)
(Debo decir que en Alemania y Bélgica probé cervezas de barril deliciosas, pero no recuerdo sus nombres. Una vez mi amigo César Romero nos trajo unas cervezas de la República Checa que también eran palabras mayores)
El cuadro de honor nacional---- Tijuana oscura- Negra Modelo- Bohemia-
(XX Ambar, Corona Huevo de Toro tocan la puerta, pero están un peldaño más abajo)
Mayor escupitajo a la vida --- Caguama Tecate o Carta Blanca (confieso con humildad que muchas veces he tragado escupitajos a falta de otra cosa)