Eterno Retorno

Thursday, May 15, 2003




No deja de ser una paradoja que un equipo cuyo nombre significa juventud, sea llamado con sumo respeto la Vieja Señora. Esta anciana matrona posee un joyero lleno de copas y sin embargo Turín se lo agradece prodigándole cuando mucho una fría sonrisa.
Los habitantes de esa ciudad alpina, que más parecen suizos que italianos, pueden presumir ser la afición más fría del calcio. Tal vez el frío de Los Alpes se ha contagiado en las tribunas del estadio, cuyo nombre evoca esas nevadas montañas que lo enmarcan. Nada que ver con Roma, mucho menos con el ruidoso Nápoles. De Turín a Nápoles parece haber cinco continentes de distancia.
Pero ayer los mismísimos Alpes se derritieron luego de ver lo que hizo la Vieja Señora con los niñitos pijos de Francisco Franco.
Ay los españoles, creyendo siempre en armadas invencibles e imperios milenarios, intentando ganar guerras con colosales navíos y su corte de petulantes príncipes acostumbrados a la adulación y el perpetuo cortejo.
No por nada sus equipos anteponen al nombre de la ciudad que representan, la palabra que certifica su aristocrático linaje y en su escudo colocan una corona, para que ante los ojos plebeyos no quede ni por asomo alguna duda de su realeza.
Blanco es su color, inmaculado como el catolicismo hipócrita que su imperio de soldados de Dios se dedicó a exportar a sangre fuego. Empalagosos merengues en charola de plata, destinados a deleitar paladares de reyes y obispos.
¿Que reflexiones cruzarán por el poético cerebro de Valdano? ¿Ya se habrá dado cuenta Florentino Pérez que encerrar en una jaula de oro a los mejores solistas del mundo no es el equivalente a crear la mejor orquesta?
Raúl, Ronaldo, Figo, Zidane, Roberto Carlos, trotando sin sentido por el césped alpino, cual si en cada tobillo llevaran sujetos con grilletes los pesados lingotes de oro que el capitalismo futbolero paga por su firma. Es muy difícil correr ligero con un costal de millones de dólares a cuestas.
Disculpa el consejo Morales. Yo también pensé que unos cuantos solistas bastarían para desafinar a la orquesta. Pero la mejor definición de esto la dio el Diario Marca. “El Rey iba desnudo y todos los deslumbramos con su invisible traje de luces”.
La Vieja Señora sabe ser lo suficientemente descarada cuando se trata de apostarle al catenaccio. Uno acaba por tomarle cariño a ese descaro tan propio de los italianos. “¡Ven, atácame, proponme el partido, quiero verte jugar y hacer maravillas, que yo te mataré en el contragolpe¡” Eso dijo la Vieja Señora hace tres semanas, cuado fue de paseo a Barcelona, pero los orgullosos catalanes, representados hoy en día por una legión de mercenarios holandeses, cayeron en la trampa. El catenaccio dio resultados y la Vieja Señora mandó a casa a los hijos yuppies de los anarquistas del 36, con todo y su record perfecto en la Champions.
Sin duda Vicente del Bosque pensó que la Vieja Señora repetiría la apuesta y sin duda pensó que ningún catenaccio resistiría al poder de la magia de un Raúl o un Ronaldo. O tal vez imaginó una Juve desbocada tratando de hacer lo que el creía que no sabía hacer: Atacar. Pero las estrellas solistas son frágiles y delicadas. Hay que llevarlas entre algodones. Buffon no es Bartez, Camoranesi no es Neville.
Trezeguet les demostró que en el área hay que maximizar cada centímetro y que una ventaja de un gol en un partido de ida, es tan fugaz como el suspiro de un enamoramiento adolescente y tan falso como el beso de una puta. En ese momento, Del Bosque imaginó que en los 80 minutos restantes la Vieja Señora repetiría la fórmula empelada en el Cam Nou y pondría un camión de chocolates a tapar la portería. Pero la Vieja Señora puso en evidencia a los pijos. Lentos, atolondrados, vacíos de ideas., veían la pelota rodar por los prados alpinos sin acertar a quedarse con ella.
Y luego Del Piero. La frialdad para congelar un instante en el área y quedarse quieto mirando como el sólido Hierro se desmorona como hojalata. Del Piero, la estrella que falta en el firmamento madrileño y cuyo brillo es un eclipse en las piernas de Figo y Zidane.
Pero los merengues tuvieron su chance, cuando el árbitro pitó algo que minutos después nos enteramos que era penal. (El arbitraje también es mímica y si el manchón no es señalado, nadie en el estadio se entera de lo que pasa)
Y ahí estaba Figo, con ese rostro imperturbable, parado frente a Buffon. ¿Te acordaste Lucho del Conejo Pérez? ¿Recuerdas que ese chilango chaparrito te paró dos penales? ¿Y Zidane? ¿Y Raúl? Sí Morales, el hubiera a veces existe. Si Figo anota probablemente tendrías 142 dólares en tu bolsa. Pero la psicología de las luminarias es frágil y Buffon hizo que se secara el agua en la Fuente de la Cibeles. La tragedia se consumaba.
Después Nedved, ligero, inteligente y preciso. ¿Será el único checo en el Mundo que no toma cerveza? ¿O se alimentará espiritualmente con los miles de litros que toda Praga ha consumido en su honor? Los pedazos de hojalata que aún quedaban en las piernas del central madrilista quedaron desparramadas en el pasto.
De nada valió el rayito de esperanza que regaló Zidane en el último instante y cinco minutos de compensación, que podrían ser una eternidad más que suficiente para que una constelación de letales depredadores acierte a morder la red, fueron apenas un fugaz estertor de agonía. La Cibeles se ha secado. La real corona tiene una humillante abolladura. Los Alpes por fin se derritieron y se fundieron en el fuego de la pasión que solo este juego es capaz de desatar. DSB