Eterno Retorno

Friday, May 02, 2003


Mi nombre es exceso. Mi nombre es vicio. Mi nombre es búsqueda infructuosa del nirvana. Una historia muchas, muchísimas veces escrita a lo largo de mi vida. Mi cuerpo cobrándome altas facturas luego de de ser zarandeado sin piedad.
Esta mañana siento que un tren pasó encima de mis neuronas y mi estómago. Baños de alcohol, sol, hierba, desvelo, duermevelas pesadillentas, alucinajes insurrectos. Perdí la cuenta del dinero gastado, de las cervezas y vodkas bebidos, del desfile de ideas y palabras desbocadas. Miércoles por la noche a un lugar común: Sótano Suizo, obviamente a sugerencia de César para quien ese sitio es el no va más del planeta y no iba a perder la oportunidad de enseñarlo a Hugo Sotelo, quien por cierto se quedará aquí hasta el lunes. No me gusta demasiado la música que pasan, pero en realidad no le pongo atención. La cerveza oscura es buena para ser de jarra y la comida, eso sí, es deliciosa. Dado que estaba en la terraza puede ver la pasarela de la Plaza Fiesta, incluidas broncas y borrachazos. Dos tres politiquillos y grillos cantores de baja estofa se acercaron a saludar. Recuerdo haber platicado con un argentino oriundo de Tucumán. La reelección de Menem, Charly y Calamaro, Boca Juniors, River, Maradona, Borges, Sabato y Piglia (el amigo no conoce a su paisano, el tucumano Tomás Eloy Martínez). Salimos de ahí a las 2:00 de la mañana. El carro estaba estacionado en Plaza Río. Para salir de ahí hicimos una fila más larga que la de la Garita. En el carro íbamos Carolina, Hugo y yo. Todos tus muertos a todo volumen. Dionisio bien colocado en nuestras cabezas. Todavía llegamos al faro de Playas como a las 3:00: “Mira, aquí estás en la esquina de Latinoamérica”, pronuncio orgulloso. Dos tres pollos dormían a la intemperie. Llegamos a casa a sacar a Morris. A una patrulla le resultó sospechoso ver a tres alegres borrachos paseando un perrito en la madrugada, pero no nos dijeron nada.
Al otro día, apenas despertamos por ahí de las 11:00, nos fuimos a la Playa. Terrazas Vallarta. Un campechano con hartos ostiones y un desfile de cervezas Modelo. Perdí la cuenta. Después al Pescadito a tomar el sol como lagartijos de cara al mar, una cerveza tras otra.
Nos dieron las 19:00. Atardecía. Mi amigo Hugo, pacheco consumado de nivel rastafari, empezó a sentir urgencia de mota. Aquí en Tijuana nunca me he dedicado a hacer conectes callejeros ni a buscar dealers. Le dije que yo suponía que en la Revolución o la Zona Norte se podría hacer algo. Fuimos pues a la Revo y empezamos a caminar como viles gabachos desorientados. Con mis bermudas, mis chanclas y mi pelo suelto, yo no batallo demasiado para representar ese papel. Supuse que no sería tan complicado conseguir mota en la Revo, pero jamás imaginé que sería tan extremadamente fácil. Al primer jalador que nos ofreció naked girls y margarita 2x1 le dijimos que se nos ofrecía un gallo. El negocio se arregló en menos de tres minutos. El jalador nos subió al Pussy Cat y por 100 pesos nos dio una caciqueada bolsita de un material que a la postre resulto ser muy bueno.
Hace muchos años, cuando yo vivía en el DF y las drogas ilegales me emocionaban demasiado, era un experto buscador de dealers y jamás batallé para comprar lo que deseaba. Ya de regreso a Monterrey, se daba la casualidad de que en todos mis trabajos encontraba yo un compañero que le hacía al chiquinarco. Por alguna razón, siempre había en este mundo alguien que me surtiera de material bélico. Hace muchos años que mi única droga constante es el alcohol. La mota la dejé por la paz hace ya un buen rato por puro y simple aburrimiento. Las últimas grandes pachequizas de mi vida fueron en Amsterdam en 1999 y en Tijuana no me había adentrado al universo de los nectes.
Ya me imagino lo que sugeriría RR: “Ahí está la nota, aviéntate un reportaje”. Venden droga en antros, titularía mi periódico. O gran descubrimiento- Por ahora baste saber que me siento mal, que ansío el término de este día para estar en cama. Hoy no beberé una gota de alcohol y espero dormir deliciosamente. ¿Se me concederá ese deseo?