Eterno Retorno

Monday, May 12, 2003


¿Te has hablado de tu con el Infierno? ¿Has tenido absoluta conciencia de tu cárcel? ¿Has hecho un inventario de tu arsenal de odio? ¿Le has contado los eslabones a tus cadenas?
Sí, ya se, me ahogo en mi propia mierda. Está en mí, bien adentro de mi y no puedo extirparlo. Es un tumor de Thanatos lo que tengo en el alma.



“Para mí no hay nada nuevo bajo el sol. Dado que en la biografía no autorizada de mi loca cabeza ya han desfilado todas las formas posibles de demencia, no debo sorprenderme por mi repentina felicidad. Todo, absolutamente todo tiene una explicación química. A fin de cuentas no somos tan complicados como creemos. La cabeza es como un vil radiador de carro. En este caso es un atiborre de masa encefálica flotando en cierta mierda gelatinosa. Le faltan o le sobran ciertos fluidos incomprensibles como a cualquier maquinita. Y lo puedes controlar. Es como un maldito videojuego donde tú, o más bien el psiquiatra tiene el control ¿Porque crees que son millonarios los doctores de la mente? Lo único que tienen que encontrar es la ecuación adecuada, la receta de cocina que sea capaz de producir la reacción química esperada. A la mierda con eso de “mírate al espejo y di hoy seré la más feliz del universo”. A la mierda con el “tú vales mucho y eres una gran persona”. Métanse por el culo lo “de soy hermosa interior y exteriormente” lo del angelito de la guarda, el aura positiva, el signo zodiacal, la energía de Venus y la segunda venida de nuestro Señor. Después de un largo kilometraje psiquiátrico me di cuenta de que esto es más sencillo de lo que parece. Pastillita mata autosugestión. ¿Para que complicarse la vida? El Carpe Diem sintético es el único camino posible. Pastillitas para arriba, pastillitas para abajo. Para dormir, para despertarse. Para alegrarse, para entristecerse. Para ponerse cachonda, melancólica, estudiosa, romántica, apática. Si la maquinita cerebral se sale de la carretera, la pones estable con una pastillita. Si la máquina se sobrecalienta por estar tanto tiempo en el camino correcto, entonces hay que hacerla volar, que alucine y se crea que hay realidades aparte. Sí, pastillitas, almacenadas en un tubo como de sweet tarts resolviéndome la existencia. No necesito un horóscopo mágico, no necesito saber que un ángel me cuida, no necesito entrar a un club de solteros, divorciados o masturbadores compulsivos. Me bastan mis pastillitas y una botella que tenga algo bueno adentro. La buena música, el paisaje y la compañía pueden ser buenos accesorios, pero prescindibles. En realidad hace falta poquísimo para lograr hacerme pendeja. Por ahora estoy feliz. Mi felicidad es una niña en patines de hielo deslizándose a toda velocidad por una delgada superficie a punto de romperse. Bajo el hielo hay un abismo sin fondo poblado de monstruos (Ahí debe habitar el monstruo de la taza del baño por cierto) Pero en este momento la niña está patinando como si nada. Si la capa de hielo es gruesa o está a punto de derretirse es cosa que le tiene sin cuidado. Hoy estoy patinando, mañana quien sabe. No hay que buscarle mucho misterio donde no lo hay. Amber Aravena está feliz porque está deprimida y punto. La combinación de Tafil, Casillero del Diablo, té de coca y una visión del Pacífico al atardecer es una excelente receta. La fórmula de la felicidad que buscaron los alquimistas. No es eterna por supuesto Pero ¿Que hay eterno en esta vida?” - Fragmento de Lo que yace en el culo de Amber Aravena-

El karma del NBF

Leí los diálogos (o más bien dicho monólogos) del NBF. El asco fue inevitable. En cuestión de segundos cociné mentalmente algunos improperios para sus autores- Eterno Retorno estuvo a punto de retornar a su eterna vocación agresiva. Mis más selectos vómitos estaban listos para ser desparramados, pero por fortuna se interpuso el fin de semana y por consiguiente algunas bote-llas de buen tinto que me alejan de toda actividad bloguera y me me revelaron, una vez más, lo estéril y presuntuoso que resulta el discutir sobre literatura. Hoy prefiero retomar la vocación pacifista y el espíritu volteriano. ¿Para que despilfarrar letras en insultos contra escritores chilangos? Como si ser escritor y ser chilango no fuese ya suficiente karma.


10 de mayo: Liturgia del complejo edípico, perorata del eterno lactante- En México el macho es un Edipo por designio divino. Y vaya que toma en serio su papel.

Por alguna razón, las relecturas tienen tentáculos más poderosos que los de un libro que es leído por vez primera. Las relecturas me atrapan, me reservan sorpresas, me enseñan escondites. Ayer por la tarde, con delicioso tinto de por medio, releía El Siglo del viento, tercer volumen de la serie Las caras y las máscaras de Eduardo Galeano. En las bocinas recetamos a los vecinos un maratón de Calamaro (Alta suciedad, Honestidad brutal y El salmón enteros) mientras Carolina hacía su tarea del diplomado.
Me gusta mucho la prosa de Galeano, tanto, que no me hace mella su romanticismo comunista y su sobredosis de lugares comunes e ideas trilladas. Este uruguayo escribe bien. Sabe jugarle al poeta y recitarte credos izquierdistas sin que te empa-lagues jamás.

Casualmente, mi prosa favorita es la de otro comunista tan utópico e idealista como Galeano (¿no es pleonasmo?) aunque con muchas más dosis de crudeza en la pluma. Se trata de José Revueltas. Si bien su extensa obra tiene algunos volúmenes prescindibles (sobre todo los de teoría revolucionaria) hay cuentos suyos que ante mí son el non plus ultra de nuestra literatura mexicana. Me refiero concretamente al cuento Dios en la tierra, que abre la colección del mismo nombre y a la novela El luto humano. A Revueltas lo leo y lo releo por el puro placer de embriagarme de su prosa. En mi opinión este autor merecería un poco de más atención. En lo personal lo considero por encima del mismísimo Rulfo. No puedo negar lo mucho que Revueltas me ha influido y debo confesar que he tratado infructuosamente de evocarlo en algunos cuentos.

Ahora me permito plagiar un par de ideas de Camus que se metieron muy hondo en mi cabeza en una noche de insomnio:

“Cabría creer que el suicidio sigue a la rebelión, pero es un error, porque no representa su desenlace lógico. Es exactamente su contrario, por el consentimiento que supone. El suicidio, como el salto, es la aceptación en su límite. Todo se ha consumado, el hombre vuelve a entrar en su historia esencial. Discierne su futuro, su único y terrible futuro y se precipita a él. A su manera el suicidio resuelve el absurdo”.


“El hombre absurdo no puede sino agotarlo todo y agotarse. Lo absurdo es su tensión más extrema, la que él mantiene constantemente como un esfuerzo solitario, pues sabe que con esta conciencia y esta rebelión, día a día testimonia su única verdad, que es el desafío”.