No me gusto el fin de semana- Pero ya me las olía. Desde el principio pintaba mal. Aunque por fortuna tuvo un buen cierre en mi amada playa.
Una exposición sin vino
El viernes Carolina y yo comimos pizza de anchoas y por la tarde regresé a escribir la columna. Salí como a las siete. La recogí en Plaza Río y agarramos camino rumbo a Rosarito en donde su padre expondría en el ICBC. No nos gustó la exposición. Para empezar, la alternaron con un espectáculo de danza. La música era estridente a más no poder, pues las bocinas estaban a ras del piso. Junto con Francisco Cabello exponía Hugo Crosthwaite y una chavita cuyo nombre no recuerdo. Los cuadros de mi suegro me agradan. Aunque sus temas son siempre los mismos, (tangos, mujeres de la noche, bohemios y bebedores) tiene mucha imaginación y el arte erótico se le da. Crosthwaite es un maestro del claro oscuro. Me gusta de verdad su estilo. Incluso frente a mí tengo una postal con un cuadro suyo. Presentó solo dos cuadros, pero con eso fue más que suficiente. Mis respetos. La morrita es una amateur total y de sus cuadros no se hacía uno. Creo que es de esas niñas que un día descubren que es cool ser artista y dicen “bueno, pues que fácil, me voy a hacer artista”.
No había vino. Un amigo de mi suegro, el Seven, un charro urbano posmoderno y alcohólico, traía una botella de ron, pero me negué a beber. Está bien que soy borracho, pero me pongo mis moños. Nada de ron ni brandy ni basura por el estilo. (Ron solo he bebido en La Habana y únicamente por cierto compromiso con la ocasión). Después un improvisado Dj empezó a poner una música espantosa, estridente y mal combinada. Estábamos horriblemente sobrios y teníamos sueño. Antes de las 10:00 ya íbamos camino a Tijuana. Pensaba hacer al otro día una crónica del evento para Mosaico, pero olvidé mis apuntes donde había escrito los nombres de los cuadros.
Un sábado sin alma
Dormí bien y el sábado amanecí de buen humor. Me llamó mi amigo Carlos Macías del DF. Un buen rato sin hablar con él. Luego de ver el Manchester vs Liverpool (juegazo) fuimos a pagar el Cable, dejamos en la vidriera un pesadísimo y elaborado marco de hierro para que le colocaran un espejo y después fuimos a ver casas. Desde hace meses que Carolina ya no piensa en otra cosa que no sea una casa propia Yo me niego a salir de Playas, pero La Perla supera nuestros ingresos. Laderas del Mar está al alcance, pero a Carol no le convencen las casas. Por si fuera poco eliminaron su promoción de escrituras gratis (45 mil pesos) y la casita, solo por su preciosa vista, subió 34 mil pesos en dos meses. Sigue estando al alcance pero para Carol es una opción casi descartada. Otra opción es Jardines de Agua Caliente, a un costado de la 5 y 10, pero yo me niego a poner un píe ahí. La sola idea me deprime. Regresamos a casa. Tigres vs Veracruz. No quiero recordarlo. Mierda, mierda y recontramierda, que forma de perder. Pero lo de menos es la goleada ante los escualos. Eso no es nada comparado con llegar al Clásico sin Walter Gaytán que se hizo expulsar pendejamente. Llegaremos al juego más importante sin nuestro cerebro, motor y orquestador y con el ánimo decaído ¿Es posible un peor escenario? Yo justificó todo, menos perder el Clásico contra la mierda rayada y ahora hay grandes posibilidades de salir derrotado. No lo admito. Perder o ganar el clásico influye drásticamente en mi estado de ánimo. Después de la goleada fuimos a ayudar a una amiga de Carol que nos pidió un paro (para eso somos los amigos con camioneta) para trasladar una estufa recién comprada de la tienda a su nueva casa. Luego de ver más casas y recorrer colinas y laderas de La Mesa, yo estaba en mi darkest hour. Por si fuera poco, en ese preciso momento mientras manejaba entre subidas y bajadas, me llamó un pendejo del Congreso para reclamar sobre un error en la columna que por si fuera poco, ni había sido mío (ya lo verifiqué) Pero el bastardo insistiendo. Lo mandé diplomáticamente a chingar a su madre pero estuvo muy cerca de sacarme un insulto.
Sépanlo de una vez: Toda esa sarta de alimañas politiqueras que me llaman invariablemente por la tarde y me saludan con hipócrita cordialidad para darme tips de sus cerdos diputados y candidatos soñando con que los meta en la columna, son acreedores a mi absoluto desprecio. Púdranse ahogados en su propia mierda. Es mi mejor deseo para todos ellos.
Después del recorrido fuimos a la Plaza Río y nos encontramos con un nuevo lugar llamado La Cava. Mala elección por la comida, que era francamente mala, pero buena por la bebida. Hay 2 x1 permanente y tienen Cerveza Tijuana. Tomen nota: Malo para ir a comer, buena opción para pistear. Regresamos a casa como a las 9:00. Unas rolitas de punk como música de fondo para nuestras meditaciones sobre los bienes raíces y nuestro futuro y a dormir tempra se ha dicho.
Un domingo de resurrección
Desperté temprano. Leí en la sala. Kurt Wallander no se cogió nunca a Baiba Liepa. Desayunamos ricos huevos con chorizo. Nos preparamos para ir a ver más casas. En eso llegó nuestro amigo César. Le ha llovido mierda sobre mojado. El sábado lo echaron de su trabajo luego de cinco años de servicio. Por si fuera poco, el lunes por la mañana se le ponchó la llanta del carro de su jefa. Nos pidió un paro para ir a buscar con urgencia una refacción. Luego de recorrer varias llanteras fuimos al Costco. Una vez ahí, decidimos que a nuestra querida Jimmy le hacían falta un par de neumáticos nuevos y los compramos. Bien bonitas las llantas. Tardaron una hora en ponerlas y mientras hicimos tiempo en el super. El Costco es un despreciable paraíso de la clase media. Un desfile de papás panzones, tepescuincles mocosos y viejas gruñonas comprando al mayoreo basura gabacha. Con llantas nuevas retornamos a Playas. Ayudé a César (más bien lo apoyé moralmente) a cambiar la llanta y luego nos fuimos a comer a la playa. Cargamos crema de cangrejo, ceviche de salmón, jamón serrano, verduras, quesos azul, brie, gouda, un pan de centeno y una botella de Concha y Toro. Lo más delicioso del fin de semana. Ahí nos quedamos hasta que el sol del nuevo horario decidió sumergirse en el Pacífico. Otro oasis laboral había concluido.