Eterno Retorno

Friday, October 31, 2025

... y tu camino existencial dio un vuelco

 


Te llamas (o te llamabas) Pierluigi; naciste, creciste, soñaste,  deliraste, caíste, te arrastraste y moriste  en Bérgamo y en algún lugar de su periferia yacen tus restos, ocultos y confundidos en una fosa común a la que nadie quiere acercarse.  Tu cuerpo fue sacado de la ciudad a la medianoche apilado dentro de un camión,  como si fuera material de altísimo riesgo, contaminante e infeccioso. Cierto, casi todo lo que ocurrió en tu existencia ocurrió en Bérgamo, pero la dulce embriaguez de estar vivo la palpaste en otras ciudades a las que llegaste siguiendo el peregrinaje de tu casero equipo, muy poco dado a pisar canchas ubicadas fuera de la bota italiana.

Fuiste parido en el 69, un año en que el mundo ardía aunque en tu lombardo microcosmos seguía reinando la calma chicha.

En el Bérgamo de tu infancia nunca pasaba nada y los mayores dramas familiares tenían que ver con la pudrición de los quesos y enmohecimiento del pan.  Cuarto hijo en una familia de pequeños comerciantes abarroteros de la  Cittá Bassa, creciste contemplando a la distancia el Campo Alto, el primero de los Prealpes Bergamescos, a donde emprendían periódicas excursiones que daban sentido a tu existencia.

Muy pronto te fuiste revelando como el serio candidato a ocupar el puesto de oveja negra de la familia. Burro en la escuela, dado a la vagancia,  a la ensoñación y en absoluto ajeno a los vicios, no fuiste como tus hermanos,  un solícito aprendiz en la tienda paterna y cuando tuviste edad para poner tus brazos y tu cabeza al servicio de la economía familiar, preferiste salir a buscarte la vida en las calles  de la Cittá Bassa donde matabas las tardes pateando pelotas de trapo, mirando mujeres inalcanzables y pepenando colillas de cigarros en los botes de basura.

Lo único capaz de picar tus costillas y encender la válvula de tu creatividad para juntar un par de monedas, eran los partidos del Atalanta Bergamesca. De una forma u otra, tu biorritmo existencial se regía por los partidos de La Dea y el fin último de tu existencia parecía reducirse a reunir las monedas estrictamente necesarias para pagar la entrada más barata al Atleti Azzurri en la curva norte.

Así llegaste a la tardía   adolescencia, sin más oficio ni beneficio que gritar los más bien escasos goles de la escuadra local, sin saber qué carajos esperar de la vida, hasta que la vida te puso delante al viejo Radelgardo de Benevento y tu camino existencial dio un vuelco.