Entre la espada y la pared
El verdadero dilema moral para Laertes surge cuando la
guerrilla, por iniciativa de Marcio, planea el secuestro de su abuelo Eugenio
Villatoro, mismo que Margot apoya entusiasmada, pues consideran que el
potencial rescate a cobrar capitalizará al grupo y les permitirá hacerse de
armamento sofisticado y formar nuevas células en otros estados del país
Margot persuade a Laertes de que funja como espía de su
abuelo y les proporcione información sobre sus movimientos. Laertes duda, por
un momento piensa abandonar la guerrilla, pero Margot lo chantajea
emocionalmente y cuestiona la honestidad de sus ideales comunistas. Finalmente
Laertes acepta apoyar en el secuestro de su abuelo, pero exige le garantía de
que respetarán su integridad y no le harán daño.
Ante los rumores
de la presencia de guerrilleros en la ciudad y temeroso al mismo tiempo de que
el gobierno de Echeverría pueda emprender una acción contra los empresarios de
Santa Teresa, Marcos Parra reúne a los mejores escoltas del grupo industrial y
algunos policías de Santa Teresa para formar un comando paramilitar de
autodefensa
Laertes sufre terribles dilemas internos en los días que
preceden al secuestro de su abuelo. La noche anterior está a punto de
prevenirlo y pedirle que no salga de su casa ese día, pero Margot, intuyendo
sus dudas y titubeos, se asegura de que Laertes no salga esa noche de la casa
de seguridad de la célula, valiéndose de chantajes y seducción.
Seis días antes de la fecha planeada para el secuestro,
los empresarios de Santa Teresa festejan eufóricos la noticia del golpe militar
en Chile y el violento derrocamiento de Salvador Allende. Alcira Aravena recibe
una llamada de su padre quien emocionado le narra el bombardeo al Palacio de la
Moneda. Alcira está destrozada, cuelga y jura que nunca más volverá con su
familia, a la que considera cómplice del golpe de estado. Desesperada, pide el
apoyo de Marcos, pero éste no le contesta las llamadas.
El 17 de septiembre por la mañana Eugenio Villatoro sale
de su casa en la colonia Obispado rumbo a la fábrica. Lo acompaña únicamente su
chofer En la calle Quintanar, a bordo de dos camionetas, irrumpe el comando de cinco guerrilleros
encabezado por Marcio y Margot. Laertes observa a una prudente distancia. La
consigna es atrapar vivo a don Eugenio y sacarlo del vehículo sin lastimarlo,
pero Marcio abre fuego contra el empresario y lo mata. Laertes corre hasta el lugar
donde agoniza su abuelo, saca su pistola y trata de disparar contra Marcio,
pero éste, más rápido y mejor entrenado, abre fuego primero y hiere a Laertes
para después darse a la fuga. Margot auxilia al malherido Laertes, lo sube a la
camioneta y se dan a la fuga rumbo a la casa de seguridad donde se ocultan sin
volver a tener noticias de Marcio.
La muerte de Don Eugenio conmociona al país. Marcos Parra jura una cruel venganza y son su
comando paramilitar de autodefensa, sale a la caza de los culpables y se dedica
a interrogar gente. El presidente Echeverría se presenta en el funeral de
Eugenio Villatoro pero es corrido por los empresarios de Santa Teresa. Jamás
perdonará la afrenta. El rompimiento entre el grupo industrial y el presidente
queda sellado esa noche. Marcos Parra asegura que fue Echeverría quien mandó
matar a su abuelo.
En la casa de seguridad, Margot se las arregla para
vendar a Laertes, pero no tiene forma de sacarle la bala que se ha alojado bajo
la clavícula. El joven ha perdido mucha sangre. No hay noticias de Marcio, pero
el comando de Marcos Parra les sigue pista y no tardará en encontrarlos.
Después del funeral, la cúpula del grupo industria se reúne y pactan un golpe
de estado secesionista. Dejarán de pagar impuestos y declararán a Santa Teresa
un territorio independiente.