El 2 de enero es un descomunal y despiadado lunes
Conozco esta sensación
tan propia del 2 de enero. Ebrio de forzada sobriedad, de la extrañeza de poder
dormir cinco horas seguidas sin meadas de por medio, de despertar con un
mentiroso flujo energético acumulado o anegado en algún rincón del cerebelo
mientras mi oído derecho capta en cápsula la respiración de la Cone que está a mi
derecha.
El 2 de enero es un
grandísimo lunes. El lunes más odiosamente lunesoso del año. No importa si es
jueves o domingo. El 2 de enero es un descomunal y despiadado lunes. A menos de
que artificialmente prolongues la borrachera como hicimos el año pasado, el 2
de enero está destinado a ser un chorro de agua helada en tu rostro amodorrado,
un shock eléctrico en la punta del pie, una cama que te aborta y te arroja al
mundo sin piedad. This Eternal Monday looks Souless and Proud. Un lunes desalmado
y orgulloso donde el arbolito navideño empieza a tener cara de intruso y la
caja sobre el sillón te recuerda el aferre de la Navidad en eternizar su legado
en inútiles objetos que harán bulto el resto del año. Todas las músicas me hablan. No creas que me
engañas con ese disfraz. Toooodas las notas se juran posibles y armónicas,
capaces de desfilar impúdicas y cadenciosas en petulantes papelajos sin fe. Tantas
veces lo he vivido. Efervescencias estoicas, la euforia de un aterrizaje
forzado, la patraña eterna de la sobriedad. Venga, las ideas siempre han estado
ahí, el libro habita entero en tu interior y solo hace falta invitarlo
cordialmente a brotar. Cambias un poquitín el ph neuronal, alteras los flujos
de dopaminas, serotoninas, bilirrubinas y de repente estás aquí. Ritmo
circadiano le llaman (hoy aprendí una nueva palabra).