La última gota de petróleo escritural
Vuelvo a la fatal
certidumbre que cada cierto tiempo me asalta: ya todo está escrito. Ya no hay
sorpresas ocultas en las covachas del subconsciente. Lo que iba a escribir ya
lo escribí. Ya está todito desparramado en un chingo de cuadernos garabateados
que ni yo mismo entiendo o en esta porquerioza cuna bloguera que a grito y
sombrerazo cumplió 22 años de vida. ¿Qué carajos me falta por escribir? Hace
tiempo ya que todo es girar y redundar sobre lo mismo, reciclando las mismas
expresiones con el mismo tonito petulante. Muchas veces me he aferrado a la
leyenda de un santísimo grial oculto en la zona profunda e inexplorada de la corteza
cerebral, como los gobiernos populistas sueñan con un yacimiento de petróleo escondido
en los abismos oceánicos del Golfo de México que bastará para arrancarnos de la
miseria. Pero ya no hay combustibles fósiles en las piedras secas de mi masa
encefálica. La última gota de petróleo escritural se agotó hace muchísimo
tiempo y la aeronave bicéfala de anónima tripulación funciona con el tanque semivacío,
apenas la reserva de la reserva marcada en rojo sangre. Seguimos cavando en lo
profundo buscando yacimientos, pero la gran novela nonata es una estafa vil, el
equivalente a la venida de un mesías cacareado por sectas apocalípticas.