Eterno Retorno

Thursday, July 28, 2022

Y a ustedes colegas ¿qué portada les gusta más?

 


¿Qué tanto influye la portada en la personalidad de un libro? En mi caso influye muchísimo. Puedo decirles que no han sido pocas las veces que he comprado un libro solamente porque su portada me sedujo, aún sin saber nada de la obra o el autor. Claro, a diferencia de lo que sucede con los discos, la portada de los libros va cambiando según las ediciones. Por ejemplo, la  portada del Abbey Road, del Dark Side of the Moon, del Led Zeppelin IV o del Heaven and Hell será la misma aunque transcurra un siglo, sin embargo, hay no sé cuántos cientos o miles  de ediciones del Quijote, Hamlet,  Fausto o Moby Dick  y cada una tiene una portada distinta, algunas creativas y otras francamente horribles. Tal vez uno de los pocos casos de obras literarias que edición tras edición y traducción tras traducción conservan la misma portada, es El Principito.

Yo mismo he tratado, en la medida de lo posible, de influir en las portadas de mis libros. Las que más aprecio, son las tres que me hizo mi suegro Francisco Cabello y las dos que me hizo Lilia Barajas de Nitro Press. La única francamente chafa es la de Furtividad bajo palabra que hizo el ICBC en tiempos de Kiko. La portada del libro inicia el juego de seducción, pero me queda claro que no todo mundo le da importancia.  

Uno de los libros que edición tras edición mantenía la mismita portada, era La Insoportable Levedad del Ser de Milan Kundera. Desde 1984 a la fecha, su imagen había sido la pintura La pubertad cercana a las Pléyades pintada por el  surrealista alemán  Max Ernst en 1921.  Ediciones iban y venían y aún en TusQuets de bolsillo se mantenía la obra de Ernst. A mí siempre me ha encantado. Mi edición que le tomé prestada a mi tía Patricia Basave, (un préstamo de más de treinta años) en colección Andanzas de TusQuets es de 1989, segunda reimpresión mexicana y siempre imaginé que la mujer sin cabeza flotando en el fondo azul era Teresa (o al menos así me imaginaba las piernas de Teresa). Leí La insoportable levedad del ser a los 17 años cuando iba a abandonando la adolescencia y francamente me voló la cabeza. Fue la primera novela filosófica, psicoanalítica, ensayística, onírica y elegantemente erótica que leí en mi vida. La primera gran explosión del arte mayor de la novela moderna en mi joven cabeza. Desde entonces me leí absolutamente todo Kundera. Si tuviera que nombrar las novelas que me marcaron el rumbo, La insoportable levedad del ser es y será una de ellas y de una u otra forma siempre la asocié a La pubertad cercana a las Pléyades.

Bueno, así había sido hasta ayer que fui a Librería El Día y por primera vez en más de tres décadas, me encontré con una edición de La insoportable levedad del ser con otra portada. En lugar de la sexi  mujer sin cabeza de Ernst, había un simpático perrito muy millenial pintado en tres trazos con plumón. El perrito en cuestión (asumo) es Karenin, uno de los personajes principales de la historia. Vaya, el momento más triste de la novela es cuando se muere el ya viejito Karenin (perdón por el spoiler), pero aun así veo esa portada y digo, no mames, esto no es La insoportable levedad del ser y mira que me cae bien el pinche perro. Mi colega de Librería El Día dice que hay que renovarse, cambiar y conquistar otro tipo de lectores, pero a mí me parece como portada de Jojo Moyes , Federico Moccia o  Alice Keller.

En fin, si la imagen del perrito en fondo azul sirve para que los morritos de hoy se acerquen a Kundera, pues bienvenida. Ojalá se vuelvan tan locos y alucinen tanto como yo aluciné como esa novela, aunque su nueva portada solo me hace ver lo lejos que estoy de la estética de las nuevas generaciones.

Y a ustedes colegas ¿qué portada les gusta más?