se escabulló y volvió a las aguas del ignoto mar del subconsciente
Tenía el pez en la red,
listo para arrojarlo sobre la hoja y cocinarlo en palabra escrita, pero se
escabulló y volvió a las aguas del ignoto mar del subconsciente. Amanecer de un
sábado, con la ligera resaquita de espontáneos vodkas que libé en la víspera,
surfeando la cresta de una dulce ola onírica que se desvanece si no eres capaz
de asirla cuando apenas has despertado. Tu primer acto del día, antes incluso
que el primer sorbo de café tan negro como nuestras almas, debe ser espulgar la red e inventariar la pesca. Qué tan
ancho ye inabarcable es el océano donde moran todos esos sueños prófugos del
recuerdo consciente, vastísima inmensidad del tejido neuronal siempre oculto.