así, sin últimas palabras ni aspavientos
Los suicidas del palacio
municipal, una cofradía noir clásica fumando el humo mientras todo pasa,
mirando el patio central desde el tercer piso. Hay un forajido dispuesto a reincidir
y tiene cara de Marqués de Coralito. Un
tipo flaco, vestido de guayabera roja
con blanco se aterra ante la propuesta y sin decir “agua va” se arroja
simplemente al vacío, así, sin últimas palabras ni aspavientos. El resto
permanece impávido, sopesando la propuesta. Se trata de un asalto estilo Viejo
Oeste al parecer, algo muy a lo Jim Thompson aunque el nombre que suena en la
caja negra es Elmore Leonard. Allá abajo, justo afuera del Mr Fish, ya hace el
suicida de la guayabera rojiblanca o acaso el recuerdo de un suicida anterior,
o de su sordo llanto subterráneo. Es la Cone quien me habla de cómo se escuchaba
el lamento agónico de aquella atormentada anatomía a punto de transformarse en
alma en pena, el monocorde chillar de alguien con las vísceras hechas mierda
tras caer en durísimo concreto desde un tercer piso, un despedazado suicida que
no murió instantáneamente pero morirá en la ambulancia. 5:40 a.m. Nada mal para
arrancar con la invernal escritura mañanera de un 5 de enero.