Artificio descafeinado e ilusión plástica, vil delirio de nuevo rico
Me sucede que todos los estadios nuevos me parecen el
mismo pinche estadio. Carecen de espíritu y personalidad propia. Todos lucen
como una suerte de moles amorfas wanabe
galácticas destellando siempre un pretencioso y ridículo brillo metálico. Todas
esas “arenas” con nombres de bancos, compañías
multinacionales o aerolíneas árabes están manufacturadas con la misma aburrida
maqueta. Pueden ser los estadios de Qatar, de Emiratos Árabes o el estadio de la Pastora y a mí me saben a
lo mismo: artificio descafeinado e ilusión plástica, vil delirio de nuevo rico.
Todos se ven igualitos. De hueva total. Ahora mis Tigres entran la modita de
los bodrios disque futuristas. Se supone que debo estar feliz porque al fin mi
queridísimo equipo tendrá un templo de primer mundo y sí, qué bueno, me da
gusto que se mantenga en San Nicolás y en la Universidad, pero no puedo evitar
sentir tristeza. El Universitario fue el primer estadio que conocí en mi vida y
al que más veces he ido. He pasado cientos de tardes en sus gradas y muchas de
mis más extremas emociones las he vivido ahí. Sí, ya sé que no puede ser eterno
ni es coherente para un equipo rico y poderoso seguir jugando en una casa
vieja. Además, la esencia y mantra sagrado de la sociedad regia se resume en
una máxima: “Yo la tengo más grande que tú”. El regio siempre y en todo momento
está compitiendo. El regio compite hasta
cuando está dormido o en coma y para muchos aficionados es intolerable que el
odioso vecinito tenga un estadio moderno y nosotros no. No es mi caso. Yo me
sentía muy feliz con mi equipo jugando en el Universitario. Era propio de los
vecinos y su esencia tener un estadio con nombre de banco, un sitio artificial,
frío, hueco, falso, frígido e hipócrita como es la personalidad del rayado promedio, pero
entiendo que no puedes detener el tren
bala de la Historia. Dentro de tres años el estadio más pasional, energético y
auténtico de México será puro y vil polvo en el viento e irá morar al purgatorio
donde yacen nobles templos como el viejo San Mamés, Boleyn Ground, Vicente
Calderón, White Hart Lane, el Wembley de las cuatro torres, Delle Alpi, Highbury, Sarriá, el Parque
Asturias y próximamente San Siro. Es preciso construir un estadio acorde con
los nuevos tiempos, dicen y sí, lo entiendo. Sucede que los nuevos tiempos no
me gustan y el espíritu de la época apesta. Para nada me extrañaría que el
nuevo templo Tigre se llame Arena Bitcoin o Estadio Bitso o una mamufada por el
estilo, pero en fin… Es el Zeitgeist, el omnipresente Zeitgeist, el pestilente
Zeitgeist que todo lo corroe.