Eterno Retorno

Tuesday, December 14, 2021

Partir la catástrofe urbana en dos.

 



Durante mis muchos años de reportero fui lo que popularmente se conoce como un “pata de perro”. A pie, en guayina o en calafia recorrí de cabo a rabo la Tijuana profunda.  Reporteando conocí improbables desafíos topográficos en lo alto de los cerros o al fondo de cañadas y le fui tomando el pulso a una ciudad que transpira catástrofe y esperanza. Padecí por años la caótica odisea de atravesar la urbe en un transporte público paleolítico  y el flagelo de un trazado urbano odiosamente hostil con el peatón. Quiero mucho a Tijuana, pero su anatomía llega a ser en extremo agresiva con el ciudadano. 

Después mi tren de vida se fue modificando y en los últimos años son muchos más los días que he pasado sin apenas salir de casa. La pandemia irrumpió y nosotros nos recluimos en el hogar.  Dejamos de salir y cuando lo hacíamos nos limitábamos a ir Rosarito. A menudo nos pasan semanas o a veces hasta un mes sin ir a Tijuana. Atrás quedaron los días de “pata de perro” y debo admitir que sin quererlo, le he ido perdiendo el pulso a la ciudad. Tanto, que  ahora cuando voy suelo acabar aterrado, enfurecido, al borde del shock. Tal vez me he vuelto en exceso doméstico y con poca tolerancia al caos, pero ahora cada que recorro las infestadas avenidas de mi ciudad, me da por pensar que estamos al borde del colapso. Nuestro perpetuo caos vial ya no le pide nada a la Ciudad de México. La Vía Rápida Oriente ha quedado completamente anulada por la Ready Lane. Parece una ironía o una mala broma llamarle “rápida” a una vialidad perpetuamente congestionada y anulada por un cruce fronterizo.  Ni hablar de la Avenida Internacional, donde ir a vuelta de rueda es la regla y no la excepción.  Avanzo lentamente entre la cacofonía del claxon en caos mayor y a mi alrededor solo veo grúas  y construcciones. Tijuana está llena de nuevas edificaciones, lo  cual habla de una economía dinámica y pujante. Qué bueno es ver grandes inversiones pero qué malo saber que nuestras calles siguen y seguirán siendo las mismas. El último censo nos ubica ya como el municipio más poblado de México con 1 millón 922 mil 523 habitantes, aunque todos sabemos que somos muchísimos más. Ya superamos a monumentos nacionales al hacinamiento como Iztapalapa, Ecatepec o Nezahualcóyotl. La peor noticia es que el parque vehicular se multiplica aún más rápido que la población y nuestras calles ya no soportan más carros. ¿Implementar un “hoy no circula” como en México? Eso derivaría en una compra masiva de vehículos y no en una inhibición de su uso. Por otra parte,   entre migrantes y deportados la ciudad se ha sobrepoblado de indigentes. No recuerdo haber visto a tantísima gente viviendo en la vía pública como ahora. La inseguridad no se limita a la narcoviolencia, pues más allá de la cacareada guerra de cárteles, son miles los ciudadanos los que han sido víctimas del crimen desorganizado, que roba y asalta a diestra y siniestra, en cualquier lugar y a cualquier hora. Por desgracia, nada hace indicar que haya planes innovadores o soluciones radicales en la agenda de los ayuntamientos y el gobierno estatal. Tijuana está colapsando, se torna  inhabitable y lo mejor que se les ocurre, es crear un nuevo municipio llamado Nueva Tijuana, es decir, crear nuevas burocracias parasitarias y partir la catástrofe urbana en dos.