Eterno Retorno

Tuesday, June 08, 2021

Gabo y Marito en Lima

 


Lo que torna fascinante  esta charla entre Gabo y Marito en Lima, es el momento clave e irrepetible en que ocurre: septiembre de 1967. Aún faltaban nueve años para el mítico puñetazo. Si el de Aracataca y el de Arequipa hubieran platicado una década después  ya nada habría sido igual, pero el 67 encarna la esencia del éxtasis. Cien años de soledad se acaba de publicar  cuatro meses antes  mientras que La casa verde recién ha ganado el premio  Rómulo Gallegos. No es el momento cumbre sino algo mejor: el momento del ascenso imparable, cuando ambos intuyen que están elevándose a los cielos como Remedios la Bella. Ojo, lo intuyen pero no lo saben. Hay todavía una dosis de inocencia en sus personalidades.  No son todavía dos monstruos con descomunal tonelaje político sino dos narradores en ebullición. Aunque ya se le nombra de manera esporádica, el Boom todavía no es Boom porque está ocurriendo justo en ese momento. Aún no se sabe que esta onomatopeya se acabará canonizando. Tampoco que los escarceos fantásticos del colombiano serán nombrados realismo mágico.  El formato de la charla establece que Marito pregunta y Gabo responde. El colombiano, al puro estilo de Rulfo, es un fabulador de su propia vida. Su estilo oral es fiel a esa fina socarronería de la que  hará gala siempre. No le acabo de creer que la frase “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento…” se le ocurrió a los quince años de edad y que desde entonces tenía  Cien años de soledad en la cabeza. Según él, La hojarasca, Los funerales de la Mamá Grande, El coronel no tiene quien le escriba y La mala hora, fueron solo un preludio antes de la gran obra. También me llama la atención que según Gabo, el legendario viaje que realiza junto con su madre  a Arequipa para vender la casa de sus abuelos lo hizo siendo un quinceañero, cuando  en la autobiografía Vivir para contarla,  dicho viaje lo realizó (entiendo) cuando acababa de dejar sus estudios de Derecho y se ganaba la vida como reportero en Barranquilla. Otro punto que contrasta con el tradicional discurso garcíamarqueano, es la forma de referirse al periodismo. Yo me acostumbré a frases como  “el periodismo es el mejor oficio del mundo” y “se es reportero toda la vida”, pero aquí   Gabo habla de la reporteada como un vil trabajo alimentario que le robaba tiempo para escribir. Conozco esa sensación. Por supuesto hablan de Borges (y no me gusta del todo lo que dicen). Marito, aunque se declara su admirador,  le echa en cara su conservadurismo mientras que Gabo, siempre socarrón, dice “lo leo todas las noches y es un escritor que detesto”. En fin, me  chuté esta charla “de hidalgo”,   en menos de una hora y media en que subrayé muchísimas frases. Para la sobremesa quedan los testimonios de algunos asistentes al encuentro y  el álbum de fotos de la que a la postre fue la única visita de Gabo a Lima en su larga vida.