Eterno Retorno

Sunday, May 02, 2021

¿El periodismo o el ensayo?

 


El ensayo literario y la crónica tienen ambos vocación de ornitorrincos. Son géneros monotremas con pelaje de mamífero, pico de pato y aletas de pez. También aquí he incurrido en el vicio de engendrar ajolotes prosísticos. Por ejemplo, El lobo en su hora es en teoría un ensayo (o por lo menos ganó un premio de ensayo) pero tiene no pocos capítulos que pueden leerse como crónicas. El Samurái es una crónica, pero tiene escarceos ensayísticos. Peor aún: Vientos de Santa Ana es una novela (o al menos fue finalista en un premio de novela) pero la principal crítica que le han hecho es que parece más un ensayo sobre las miserias e ingratitudes del periodismo. Tienen razón: soy más ensayista que novelista. En cualquier caso,  la crónica purista sí que es estricta. Una cronista de cepa como Leila Guerriero no admitiría desvíos. El texto que más veces me han bateado y devuelto en mi vida fue una crónica que publiqué en Gatopardo llamada En el nombre del padre. El editor, Guillermo Osorno, no se cansaba de darme batazos  hasta que por fin  salió. La buena crónica es descriptiva y apela a los sentidos, mientras que el buen ensayo es, sobre todo, reflexivo. El ensayo literario a lo Montaigne es pensar en voz alta, conjeturar, preguntarse y responderse. Los dos me apasionan, pero si me pones contra la pared y debo elegir entre uno u otro, entonces elijo… el ensayo.