Periodismo y narrativa. Juguemos a improvisar un falso decálogo
1- Hay quien puede confundir el tequila con el mezcal y yo a la fecha sigo confundiendo el cilantro con el perejil, pero aunque les dé por jugar a los gemelos idénticos, nunca serán lo mismo. Así sucede con el periodismo y la literatura. Es fascinante confundirlos y hacer con ellos mezclas y malabares, pero al final del camino el periodismo siempre será periodismo y la literatura siempre será literatura.
2- Periodismo y literatura pueden tener muchos aspectos en común pero hay una diferencia sustancial en su adn y en sus huellas digitales: la licencia para fabular. El buen periodista no puede ser conscientemente un mentiroso y al menos como declaración de intenciones, debe aspirar a contarnos la verdad (aunque a veces no lo consiga) mientras que el narrador de ficciones tiene permiso para mentirnos (y es deseable que nos mienta) aunque no pocas veces acabe por contarnos más verdades que el periodista.
3- Las realidad provee tantas historias como olas provee el mar. Nuestro entorno está lleno de ellas. Hay tantas potenciales historias como estrellas en el cielo, pero solo nos será dado narrar unas cuantas. Hay historias que pueden parecer a priori perfectas y solo hace falta transformarlas en palabra escrita; hay otras que se ocultan como la escultura en la roca y nos una exigen una ardua labor de minero, pero una cosa sí te puedo asegurar: ninguna historia es aburrida si la sabemos contar.
4- Una misma historia se puede contar en un twit o en una novela de 600 páginas. Nosotros decidimos qué tan profundamente queremos bucear. Cada uno de los 2 mil 500 asesinatos que se cometieron, en Tijuana el año pasado o cada una de las 38 mil muertes que hasta esta noche ha cobrado el Covid en México puede ser una novela en potencia si la sabemos narrar. En una época como la actual, que endiosa la inmediatez y la brevedad, la narración de largo aliento parece ser un sacrilegio, la mayor de las herejías. Pues bien, es tiempo de jugar a ser herejes y sacrílegos.
5- La distancia e imparcialidad del periodista no son sinónimos de frialdad e indiferencia. Eres un ser humano y es muy comprensible que te involucres emocionalmente con la historia que estás narrando, sin embargo eso no te debe convertir en apologista de tu personaje ni tampoco en su juez o su verdugo. Un buen periodista y un buen narrador no emiten sentencias condenatorias ni absoluciones.
6- Es fácil caer en la tentación de querer reflejar la maldad pura o el abnegado heroísmo, pero en lo personal soy más feliz rompiendo clichés y concentrarme en reflejar las personalidades absurdas, los seres solemnes que se vuelven involuntariamente cómicos, los héroes accidentales o los villanos virtuosos. Respeto aquel narrador capaz de reflejar el gesto noble de un malvado o los vicios y debilidades de un héroe.
7- Un diente de ajo o un pequeño chile habanero puede cambiar radicalmente el sabor y el sentido de un guiso. De igual forma, un detalle mínimo pero sustancial puede transformar una crónica en un cuento. Ese detalle puede ser la recreación de la voz interior los personajes inmersos en la profundidad del diálogo interno. Un reportero o un cronista que se respeten no pueden usurpar los pensamientos de un personaje, pero un cuentista o un novelista tienen plena licencia.
8- El mejor cronista o el mejor narrador no es el que cuenta la historia antes que todos, sino el que la sabe contar mejor, con mayor profundidad y estructura, no importando cuánto se tarde. La mayoría de los grandes narradores que fueron capaces de transformar una nota periodística en un libro perdurable (Diario del año de la peste, A sangre fría, El adversario, 49 cruces blancas), empezaron a trabajar a fondo cuando el hecho narrado había quedado en el pasado.
9- Aún sin aspirar a ser literatura y respetando los parámetros de un manual de estilo estricto, la más simple y ordinaria de las notas periodísticas puede ser mucho más poderosa si en la sabemos incluir aquello que toque los sentidos o los sentimientos. No se deja de ser un imparcial reportero si describimos olores, ruidos, sabores, atmósfera o paisaje o si somos capaces de describir las emociones de los actores de la nota.
10- Las mejores historias son las que parten de lo micro hacia lo macro. Escribir una simple nota sobre los 40 mil muertos del Covid no nos toca tan profundamente como la historia de una humilde enfermera que con sus propios recursos lucha hasta el último aliento por salvar a un paciente. La receta ideal es saber combinar lo individual con lo general, es decir, inscribir la historia de una sola persona o una sola familia e un contexto nacional o internacional.
11- Mejor olvida todo lo anterior o no te lo tomes tan en serio. Yo no creo en biblias ni en mantras. Estos son solo unos cuantos consejos que a mí me han sido útiles, pero cada quien toma sus propias veredas Empieza a escribir, toma tu sendero. Ya veremos si el ajolote prosístico que brote de las profundidades se define como periodismo o literatura