Quienes hoy intentamos narrar la historia de la pandemia de Covid- 19 lo hacemos inmersos aún en el ojo de la tormenta, con muchas más dudas que certezas, sin ver demasiada luz al final del túnel. Claro, podemos hacer proyecciones basadas en pronósticos emitidos por los epidemiólogos y los economistas, pero al final del camino nadie sabemos lo que pasará. Los filósofos como Slavoj Žižek parecen tener demasiada prisa por interpretar lo que sucederá en el futuro y determinar si esta pandemia representa el final de la era del capitalismo o la entronización del ágora virtual, el individualismo y el aislamiento como forma de vida diaria. La única certidumbre es que cualquier profecía es apresurada y tiene altas probabilidades de fallar. No se trata solo de una enfermedad, sino de un momento socioeconómico particularmente tenso. La pandemia encontró a la humanidad inmersa en un estado de ánimo álgido, propenso a la rabia y el estallido en donde el discurso del odio gana adeptos en no pocos países. El confinamiento y la devastadora recesión derivada del mismo son como un torrente de gasolina sobre un incendio que ya estaba aquí antes de la enfermedad y que estaría, aunque no con la misma intensidad, aún si el virus no hubiera irrumpido en nuestras vidas.
Wednesday, June 10, 2020
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