Eterno Retorno

Friday, June 05, 2020

En todo lo que va del pandémico confinamiento solo he visto una serie completa en Netflix de apenas seis capítulos. Se llama The English Game y me ha gustado bastante. La serie trata sobre el periodo embrionario del futbol en Inglaterra en el Siglo XIX y recrea, con no pocas licencias ficcionales, la historia de los dos primeros jugadores que conquistaron cierta fama jugando este nuevo deporte: el aristócrata inglés Arthur Kinnaird, estrella del Old Etonians y el obrero escocés Fergus Suter, considerado el primer futbolista de la historia que ganó dinero por jugar. La serie también aborda otros tópicos como la vida en las fábricas en la era de la Revolución Industrial, las injusticias cometidas contra las obreras madres de familia y la doble moral victoriana. En cualquier caso, no deja de ser fascinante ver cómo un simple jueguito practicado en colegios aristocráticos británicos se acabaría convirtiendo en el lenguaje universal del planeta, el gran deporte de la humanidad. Cuando miras la pasión con que ya era disputada la FA Cup desde 1870, entiendes el significado y la trascendencia cultural y social de los clubes y sus aficiones en Inglaterra y Escocia. Equipos con más de siglo y medio de existencia y tradiciones encarnadas por generaciones. La gran paradoja, es que al final de la serie el mensaje es muy simple: el dinero, al menos inicialmente, acabó por democratizar al futbol. Si hubiera continuado como un juego de honorables caballeros, habría sido por siempre un pasatiempo de lords, pero al permitirse cobrar por jugar, se abrió una fuente de ingreso y una nueva aspiración de vida para la clase trabajadora. La prueba es que desde que Blackburn se convirtió en el primer equipo obrero en ganar la Copa, nunca un equipo aristocrático volvió a conquistarla. A los principitos del Eaton les ofendía profundamente que un peón de fábrica pudiera cobrar por jugar futbol, pero fue precisamente el profesionalismo lo que permitió que miles de hombres pobres dedicaran su vida a patear un balón. Claro, mucho faltaba entonces para la mafia de la FIFA y sus lavanderías, para las corruptelas de los jeques qataríes y para la irrupción en el negocio de basuras humanas como Ricardo Salinas (lo que le ha hecho a la afición de Morelia es asqueroso). El dinero democratizó al futbol pero el dinero acabó por corromperlo y desbarrancarlo. Yo de hecho, de no ser por los partidos de Tigres (a los que me une un sentimiento que va más allá de lo racional) ya no veo futbol mexicano, el non plus ultra de la corrupción y vileza. Con todo y pese a todo, sigue siendo el deporte más hermoso, fascinante, adictivo y poético inventando por la humanidad. Pd-Por cierto, hace ya muchos años escribí un cuento llamado "De puro becerro británico", una ficción sobre el primer balón profesional que rodó en México y el primer campeonato disputado entre Pachuca y Orizaba en 1902.