Tu credibilidad se juega en el tono
¿Quiénes suelen ser los mejores contadores de chistes? Coincidirán conmigo en que no basta con contar la historia más divertida para hacer reír. Dos personas pueden narrar exactamente la misma anécdota, con las mismas palabras e idéntico desenlace y al final del camino quien atrapará nuestra atención será el que le sepa dar un mejor tono, el que sepa administrar las pausas, hacer los cambios de voces, dosificar solemnidad e irreverencia. La narrativa oral, el teatro y el cine suelen llevarnos ventaja a la hora de contagiar un tono e impregnar una atmósfera. Un actor puede recurrir a la mímica o a la entonación de la voz para envolvernos en una trama cómica, densa, vulgar, mística, romántica o de plano cursi. El teatro y el cine pueden recurrir a la música de fondo, al montaje del escenario, a los colores, a la expresión del rostro. Tal vez un cuentacuentos sea capaz de trasmitir el tono que queremos dar, pero entre que son peras o son manzanas, nosotros solo tenemos en nuestro inventario un arsenal de puras palabras. Solo eso. Humildes palabras llevadas al papel. Este taller está pensado para atrapar a un lector solitario y no podemos valernos de una banda sonora tétrica, sensual o jocosa ni de una combinación de colores que nos envuelvan en una atmósfera de terror, euforia o melancolía. Nuestro gran reto, nuestro cabroncísimo reto, está en lograr crear esa atmósfera solo con palabras. ¿De qué humor estamos? ¿Desde qué punto de vista estamos narrando este cuento?
No pocas veces, la madre de todas las batallas a la hora de contar una historia yace en el tono que le damos a la misma, el estado de ánimo, la atmósfera. Cuando uno lee “La población estaba cerrada con odio y con piedras” o “La muerte estaba ahí, blanca, en la silla, con su rostro”, sabemos que hemos penetrado a un entorno extremo y sin concesiones, a la inigualable atmósfera José Revueltas y su desgarro ontológico. Místico a nivel jarcorero, siempre tremendista. Pero en cambio, cuando entramos al terreno de Ibargüengoitia nos dan la bienvenida a un mundo donde la tragedia puede ser divinamente absurda. Más que una trama, Ibargüengoitia es un estado de ánimo, una sonrisa socarrona. A Mario Bellatin (al antiguo Mario Bellatin, no al actual) le bastan unos cuantos trazos para sumergirnos en una atmósfera oscura e inquietante. Salón de belleza es la máxima encarnación del minimalismo narrativo que consigue lo más con lo menos. Tu personaje debe ser creíble y eso depende totalmente del tono. Ojo, creíble no es sinónimo de realista. Tu personaje puede ser el non plus ultra de lo fantasioso e inverosímil, pero aún en su imposibilidad debes lograr que tu lector crea en él. Tu personaje debe ser fiel a sí mismo, aún en sus contradicciones. Si es un personaje divinamente contradictorio entonces lo debe ser de tiempo completo y me debes convencer de que se contradice a cada momento.