Dado que a mi esposa Carolina le gusta mucho la cocina y somos muy dados a curiosear por las mil y un ofertas gastronómicas de nuestra riquísima Baja California, he establecido ciertos involuntarios paralelismos entre cocina y literatura. ¿En qué consiste la buena cocina o la cocina de vanguardia? En saber combinar ingredientes, en apostar por mezclas innovadoras e improbables, en revolucionar un sabor con especias extrañas. La diferencia la marcan tiempos de cocción, añejamiento, frescura. Con los chefs puede pasar lo mismo que con los penales a lo Panenka. Si te sale el experimento o la marcianada el resultado es sublime y eres un genio, pero la falla puede fácilmente derivar en bodrio o mamarracho impresentable. He visto muchos hípsters con complejo de chef preparando platillos incomibles que te venden a precio de oro. En contraparte, a veces el platillo más sencillo puede proveerte la cena más deliciosa. Piensa en un buen taco de aguacate. Así, sencillito, sin nada más que una simple salsa como acompañamiento. Si la tortilla está calientita y el aguacate está en su punto, en el verdor exacto, el platillo puede ser delicioso. Un taquito de frijoles puede hacerte el día cuando está bien preparado. No necesitas piquillos de cangrejo ni paté de erizo o caracoles escargot. La pura tortilla con frijolito o aguacate puede hacerte feliz. Pero eso sí, que la tortilla no esté vieja, que el frijol no esté rancio.
Pues bien mis colegas, exactamente lo mismo aplica para la narrativa. Antes de intentar ser un chef, pon todas tus energías en preparar el mejor taco de aguacate posible. Así, sencillito, sin extravagancias. A veces, las narraciones y las cenas más disfrutables pueden ser las más simples. Puedes contar una historia de la forma más básica y conseguir algo muy disfrutable. ¿Quieres experimentar e innovar? Adelante, hazlo, no le tengas miedo a experimentar. Echando a perder se aprende. Solo te pido que tengas la humidad de reconocer cuándo lo has echado a perder. A veces la innovación está en algún detalle. A doña Sabina en la Guerrerense de Ensenada, le bastan sus innovadoras salsas para conseguir tostadas sublimes. Si a ello sumamos lo improbable del erizo o el abulón, pues aquello ya es revolucionario, pero a veces el puro condimento hace la diferencia. Un corte de carne con salsa mexicana molcajeteada acompañado de cerveza tiene una vibra muy distinta a la de ese mismo corte con chimichurri argentino y vino tinto. Es el mismo Rib Eye, pero sus acompañantes hacen la diferencia. Pues bien, lo mismo con la narrativa. Jugar con una expresión coloquial e irreverente introducida de pronto en medio de un párrafo en apariencia solemne, pude cambiar de golpe el sentido de un párrafo. Saber maridar elementos contrastantes en el momento exacto puede hacer la diferencia, lograr introducir un personaje inesperado, absurdo, contradictorio y al mismo tiempo creíble. Hace poco me dieron a probar un maridaje de tequila y chocolate. Uno está acostumbrado a chupar limón con sal, pero ¿chocolate después del caballito? Jamás hubiera imaginado que esos dos elementos podrían llevarse bien y sin embargo me supo de maravilla. Pues bien, atrévete a juntar tequila y chocolate en un cuento.
Sunday, December 08, 2019
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