Por supuesto todo esto tuvo un principio. Si mi hipotético biógrafo hace la tarea, encontrará alguna partida de nacimiento en donde conste que nací en Aalborg, Dinamarca, en la Noche de San Juan de 1721. Imposible rastrear petulante heráldica o gloriosa estirpe. En mi hogar solo hubo rudos cargadores portuarios y bodegueros encargados de proveer de pendencieros licores a los hombres de mar. Si desde mi temprana juventud opté por embarcarme como grumete por salarios de hambre, fue por evadir el tedio y las miserias de la casa paterna.
Bajo las sombras del puerto de Hamburgo, las furtivas luces rojas inmolaron el lastre de mi castidad. Entre náufragas borracheras proletarias y baratas dosis de lujuria no tan ampliamente recompensada, encontré algo parecido al hedonismo vedado a mi familia en Aalborg. Casi de inmediato debí pagar la venérea factura de mis correrías mientras recorría los puertos del Báltico. El pene me ardía, mis músculos se atrofiaban y los mil demonios del mal vodka me hablaban al oído en las insomnes madrugadas de tormenta.
Tuesday, December 10, 2019
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