1- La mañana del 17 de septiembre de 1973, cuando Eugenio Garza Sada fue asesinado, yo era un embrión furtivamente fecundado y mi madre posiblemente aún no reparaba en mi presencia. Seis días antes Salvador Allende había sido inmolado en la Moneda, los Tigres de la UANL iniciaban su victoriosa temporada rumbo al ascenso y el verano regio se despedía con tercas resolanas y soles asesinos.
2- Eugenio Garza Sada hizo más por los trabajadores (al menos por “sus” trabajadores) que lo hecho por cualquier confederación obrera, sindicato o movimiento de izquierda en toda la historia de México. Hay, a la fecha, decenas de miles de personas herederas de su grandeza. Hijos de obreros becados en el Tec, una cultura de trabajo humanista e integral basada en el desarrollo y el crecimiento personal y una personalidad sencilla, austera, como ya no se ve en el Monterrey actual. Si hubiera más empresarios como él, México sería un país harto distinto, pero obvia decir que no todos los jerarcas empresariales egresados del Tec practican sus valores.
3- ¿Los jóvenes de la 23 de Septiembre eran valientes? No estoy seguro de que sea esa la palabra adecuada, aunque tampoco sería justo llamarlos cobardes. Eran (tal vez) ilusos, intrépidos, vocacionalmente suicidas. En cualquier caso, no eran como nuestros actuales sicarios quinceañeros. No mataban a ritmo de corrido alterado por la trocona del año ni por impresionar a las plebes más buenas o por beberse el Buchanas 18. Al parecer los movía un ideal. Eran discípulos del asalto al cuartel de Madera, de la matanza de Tlatelolco. Es más, aquí va una confesión: tuve un tío que integró la Liga 23 de Septiembre en Guadalajara y murió combatiendo. Más allá de romanticismos rimbombantes creo en la brutal honestidad de sus ideales. ¿Era un valiente? Solo puedo decirles que cobarde no era y conformista tampoco.
4- ¿Por qué todo tiene que ser tan putamente sectario hoy en día? ¿Desde cuándo carajos tienes que elegir entre ser historiador de derecha o de izquierda? ¿Por qué no somos capaces de caminar con los zapatos y mirar con los ojos de otro ser humano sometido a circunstancias que tal vez hoy nos cueste trabajo imaginar? Garza Sada y su legado me parecen admirables; su muerte es (desde el ángulo que se le vea) una tragedia descomunal; la violencia no es justificable nunca y sin embargo, puedo entender los motivos de los jóvenes de esa liga comunista y mirar con sus ojos.
5- Me da una hueva monumental la idea de ser “historiador oficial”. Ser testaferro de un régimen (de cualquier régimen, sea de izquierda o derecha) me parece indigno.
6- Si en esta película hay un villano (al que me cuesta conceder redención posible) se llama Luis Echeverría. Navegaba con bandera populista, abrazó a Allende y a los “abnegados líderes” del tercer mundo, pero no se tocó el corazón para masacrar a Lucio Cabañas y a los muchachos del Halconazo. Enemigo mortal del Grupo Monterrey y de la cultura empresarial regia, tuvo motivos de sobra para alegrarse por la muerte de Garza Sada, de cuyo funeral fue corrido. Era abstemio, bebía aguas frescas, usaba guayabera y le orgasmeaba escucharse eructando peroratas eternas.
Sunday, September 22, 2019
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