Eterno Retorno

Wednesday, September 11, 2019

Puedes considerarme un maniaco obsesivo (en cuestiones bibliófilas lo soy), pero la realidad es que suelo recordar con precisión de dónde proviene cada libro de mi biblioteca y en qué circunstancias lo adquirí (y mira que son más de 4 mil). Si me doy a la tarea de sacar una estadística global, la conclusión es que la Librería El Día de Tijuana es la que ha contribuido con un mayor número de ejemplares. En los viajes suelo regresar siempre cargado de nuevos amigos de papel y tinta y claro, es muy bonito guardar bolsas o separadores de santuarios como Eterna Cadencia de Buenos Aires, la Bertrand de Lisboa o la Merlín de Bogotá que he tenido la fortuna de visitar, pero a la hora de la verdad, debo confesar que varias decenas o acaso cientos de ejemplares de mi biblioteca provienen de sitios tan poco glamurosos como la Comercial Mexicana o el mercado Ley. Hubo una época (muy lejana ya) en que los supermercados tenían respetables secciones de libros. Mi gran colección de Asterix era adquirida en los Súper-7, cuando la cadena acababa de instalarse en Monterrey allá por 1981. Cada ejemplar costaba 99 viejos pesos. Astra y Autodescuento solían manejar no pocas enciclopedias. Siendo niño, cuando era fanático de los animales, era fascinante ir cada quince días al súper a pepenar el nuevo tomo de la Enciclopedia de la Fauna de Félix Rodríguez de la Fuente. Solía esperarlo con ansias y deseos. La venta de enciclopedias como la Bruguera o los 12 Mil Grandes era clásica en los supermercados. En la pre-adolescencia, cuando la historia me apasionaba más que la literatura, la sección de libros de Soriana San Pedro tenía una respetable y variada oferta de la colección Panorama, muy enfocada en historia militar que entonces era mi clavo. También de ahí provienen el Demian de Herman Hesse, que me voló la cabeza en la pubertad, o El lobo estepario. Nunca olvidaré que recién llegados a Tijuana, en la primavera de 1999, Carol y yo fuimos a comprar nuestra primera despensa tijuanense en la Comer de Playas y ahí estaba la Antología de la Literatura Fantástica de Borges, Bioy y Ocampo en editorial Sudamericana. Fue el primer libro que compré en Tijuana. Una época en que hubo saldos de Editorial Sudamericana que nunca he vuelto a ver. También El principio del terror de Jaime Muñoz Vargas viene de ahí (y podría narrar también que de esa Comer salieron buenísimos discos, como la trilogía del último concierto de Sui Generis en Luna Park). Lugar común la muerte de Tomás Eloy Martínez (que nunca he vuelto a ver) lo pepené en el mercado Ley Pueblo amigo. Ahí también encontré La pesquisa de Juan José Saer (¿cuándo encuentras libros de Saer en Gandhi?) Cola de lagartija de Luisa Valenzuela salió de la misma mesa. Partitura para una mujer muerta, de Vicente Alfonso, la compré en una Comercial Mexicana en Mexicali. Mi Finnegans Wake de Joyce en editorial Lumen viene del mercadito sobre ruedas de Rosarito (pero esa es otra historia)