No hay más ruta que la nuestra, pero hoy la ruta acaba aquí, en esta ratonera donde he sido confinado.
No hay más ruta que la nuestra, pero hoy la ruta de mi pincel se acaba muy pronto, en los límites de este triste caballete.
Díganme ustedes si no es esto una mentada de madre: yo que me pasé la vida entera pintado muros, superficies donde las figuras humanas eran de tamaño real, debo ahora conformarme con estas miniaturas. Mi pincel se quiere comer el mundo entero, pero este lienzo se me acaba tan rápido como los cigarros. Hace poco estaba pintando el Museo de Historia Nacional que quedó inconcluso y ahora aquí me tienes, pintando monitos chiquititos e insignificantes, completando retratos por encargo para que al menos le llegue algo a mi familia.
Díganme ustedes si no es triste que lo más grande que he podido pintar dentro de esta tumba sea este biombo tan pinche. Lo hice para una obrita de teatro que montaron en el patio mis compañeros de crujía. Nada del otro mundo. Una obrita para reírnos de nosotros mismos de los abogadillos pobres diablos que nos venden ilusiones. Se llama Licenciado no te apures y tan mal no nos fue con la representación. El día que la montamos, sin otro escenario que mi triste biombo, nos vino a ver al patio un tal Luis Buñuel ¿lo conocen? Lo trajo la reporterita polaca esa que viene a entrevistarme, Elenita Ponia… no me acuerdo. Habló con él, logró interesarlo en lo que andamos haciendo aquí adentro y aquí lo tienes en el patio a Buñuel, conviviendo con los verdaderos olvidados.
Yo pinté los muros de América , de la América liberada, la América decidida a romper las cadenas del imperialismo, ahora estoy aquí, injustamente encadenado por un gobierno que se hace llamar “revolucionario”. ¿Revolucionario? Háganme ustedes el favor. Yo sí que sé de revoluciones, no como el presidentito catrín que mandó encarcelar.
Tuesday, September 10, 2019
<< Home