Eterno Retorno

Sunday, May 05, 2019

La frase “se ganó una batalla pero se perdió una guerra” es perfectamente aplicable al 5 de Mayo. Las armas nacionales, en efecto, se cubrieron de gloria, el invasor actuó con bizarría y los soldados mexicanos ganaron con todas las de la ley. De lo que nadie habla es del 18 de mayo de 1863, un año y 13 días después, cuando Puebla, defendida por González Ortega, finalmente cayó en manos de los reforzados franceses de Forey. Tampoco se habla del colaboracionismo de los conservadores poblanos, siempre afectos al invasor 2- El de Ignacio Zaragoza es acaso el único destino envidiable de la historia mexicana. Murió inmaculado e invicto, en gloria y plenitud, a los 33 años de edad. El tifo lo mató cuatro meses después de su triunfo. De haber sobrevivido, Zaragoza sin duda habría sido otro ambicioso general peleando por la presidencia. Se habría acabado enfrentando a Juárez y a Porfirio Díaz, inmerso en un puerco juego de poder. De igual forma, si Porfirio hubiera muerto en la guerra (digamos en la batalla del 2 de abril) hoy sería uno de los mayores héroes de la patria. 3- No me extraña que Estados Unidos celebre con semejante fanfarria el 5 de Mayo, elevado a la gran fiesta de la hispanidad norteamericana. Después de todo es una fecha que le viene como anillo al dedo a la Doctrina Monroe, un América para los americanos encarnado en los fuertes de Loreto y Guadalupe. La deseada y cacareada supremacía de los americanos sobre los europeos. En 1862, USA estaba muy ocupado en su guerra de Secesión y por ello no intervino contra Francia. Por supuesto, nadie al norte celebrará alguna de las acciones de las armas mexicanas contra invasores estadounidenses en 1847 o en 1914. 4- Siempre pienso que la Francia de 1862 no solo presumía el mejor ejército, sino que producía también la mejor literatura de la época. Era la Francia de Las flores del mal de Baudelaire y Madame Bovary de Flaubert (ambos, para entonces, censurados y sifilíticos). El 62 es el año de los Miserables de Víctor Hugo. En el 66 brotarían los primeros desafíos simbolistas de Verlaine y Mallarmé. Rimbaud, entonces un preadolescente, ya calentaba motores. Entre los invasores franceses ¿habrá habido alguien que trajera en su valija alguna censurada edición de Les Fleurs? ¿Emma Bovary habrá acompañado a algún zuavo en sus ratos de ocio? 5- A los franceses no los expulsamos los mexicanos. Se fueron solitos en 1866 cuando Napoleón III y Eugenia se aburrieron de su capricho. El emperador ya sentía pasos en la azotea con la Prusia de Bismarck mordiéndole las fronteras. Cuatro años después los prusianos harían polvo su malogrado imperio. Por herencia quedaron los grandes bulevares parisinos de Haussmann y el complejo afrancesado que afectaría a los fifís positivistas del porfiriato. Años después llegaría Gignac y todos los Tigres nos enamoramos de Francia.