Sin reloj ni calendario, mi vida transcurrió entre la inacabable densidad de los días de verano a los que seguían los largos periodos de sueño en las eternas noches invernales. La magia de las auroras boreales, la rabia de las tormentas, la desolación absoluta de aquella isla y las delirantes borracheras producidas por la hiel del escualo marcaron aquel periodo de mi vida. La bebida nos hacía enloquecer, desvariar, reír histéricamente y aullarle a la luna como lobos antes de sumergirnos en nuestras largas siestas.
En algún momento dejé de cuestionarme por el futuro de mi estancia en aquella isla boreal y asumí que Aputsiak me había asimilado ya como un huésped permanente. Por ello me sorprendí y hasta me aterré la mañana en que tres barcos con bandera de la Corona Británica aparecieron frente a la isla. Más sorprendente aún me resultó cuando Aputsiak me sugirió (o acaso deba decir me ordenó) que embarcara con ellos y retornara el mundo civilizado.
Wednesday, May 01, 2019
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