Lo confieso: llegué a ella siguiendo las mórbidas huellas de Bathory. Ya saben, la tierna Erzsébet tiene bonos altos entre los metaleros y cuando supe de la existencia de un libro llamado La condesa sangrienta escrito por una alucinada poeta de estirpe surrealista, me di a la tarea de buscarlo por todas partes. Lo que encontré fue más oscuro que las mazmorras de Csejthe donde se desangraban las doncellas inmoladas. Encontré una oscuridad ontológica. Así como los astrónomos lograron captar en una imagen el agujero negro del M87, Alejandra Pizarnik puede arrojarte una madrugada cualquiera al vacío abismal del alma. Suelo leerla en riguroso desorden y oracular, como una suerte de I-Ching de la divina desolación, casi siempre de madrugada.
Wednesday, May 01, 2019
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