Cazador de amaneceres
Si alguien me pregunta a qué me dedico hoy en día, diré que soy un cazador de amaneceres. A mucho más ya no puedo aspirar. Insomne incorregible, salgo de la habitación antes de las 5:30 am. Voy al sport bar 24 horas a pepenar el primer café de la mañana. Sobre la barra yacen los últimos abanderados de la resistencia borracha, una pareja que se aferra a sus tragos mientras a la madrugada le sobre un retazo de oscuridad. El barman solitario pierde la mirada en las diez pantallas que en silencio escupen repeticiones de partidos de fútbol. Por los pasillos del hotel cruzo con los ebrios amanecidos y los empleados que a toda prisa limpian las albercas. Tipos que no duermen por la noche, diría Patricio Rey y el señor de Tlaxcala. La oscuridad aún lo cubre todo y las palmeras están borrachas de luna. En la playa los mosquitos están en plan particularmente voraz. Sobre los camastros yacen vasos medio vacíos de los que hace no mucho vinieron a consumar su furtiva cogida playera. Una uña de luz destella en el horizonte. La luna aún brilla, pero pronto se ocultará en la laguna. El alba hace coincidir a seres improbables: los últimos sobrevivientes de la juerga y los atletas despertadores de gallos. Los súper fitness hard core con su actitud Rocky Balboa y su petulante superioridad moral, y los borrachos como vampiros en retirada a ocultarse junto con la luna. Irrumpen los primeros niños tempraneros con el corazón cargado de energía y sus desmañanados padres caminando varios metros atrás. El sol caribeño empieza a abrirse de capa. El gran monstruo dormido poco a poco abre los ojos. Algunas furtivas historias han brotado de estas cacerías de amaneceres. Sargazo Zen es una de ellas. Por ahora solo he podido liberar esta dispersa palabrería. Así las cosas con la primera luz del Sábado de Gloria, el último día de mis 44 años. Tiempo de ir por los cafés y retornar a la habitación con Carol De Hoyos e Iker. Morning has broken. Este cazador de amaneceres ha cumplido su misión.