Mi mayor temor: Días de whisky malo fue todo lo que echó el borracho. El punto más alto de mi narrativa ya se escribió y fue ése. Cuando la última gota de whisky se acabe quedará por herencia la frigidez y el bostezo eterno de la tarde. No me será dado escribir otro libro así o en cualquier caso no está en mí hacerlo. ¿De quién depende entonces? ¿Cuál es la pagana y teporocha deidad que se tomara el trabajo de dictarme las palabras que habrán de construir el desvarío del futuro inmediato? Me cansé de decirle a los jóvenes que la escritura es carpintería, labor de obrero, talacha de albañil en donde sólo vale el esfuerzo y la disciplina. La inspiración, el alucine y la locura son asunto de huevones y desobligados. La escritura es pura esencia apolínea con una pizquita miserable de locura dionisiaca. Eso les dije muy seguro de mí mismo pero les mentí. Fue una vil patraña aunque juro que en la superficie y en el fondo deseaba creerla. Presumí tener el control total en mis manos y los demonios me cobraron muy alta la factura. Tú no escribes ni putas madres. Somos nosotros los que te dictamos. Nosotros incubamos el chip del delirio, el embrujo de tu locura. Sin ella no hay literatura posible. Puedes beber tanto licor como quieras y ahogarte en inciertos whiskys granjeros. Da lo mismo. Por herencia te quedará la gastritis y la blanca estepa de tu mente seca. Si los diablos no te tocan nada podrá brotar. Con ellos todo, sin ellos nada.
Tuesday, October 17, 2017
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