Mientras tanto en Baja California el otoño irrumpe con su mejor traje de atardeceres y la muerte sigue de parranda. Lo macabro y lo bucólico suelen ir de la mano por estos rumbos. Ayer vivimos un sábado sublime, pero no olvido que por la mañana tuve que desviarme ligeramente en la carretera a la entrada de Rosarito, pues la policía acababa de encontrar una caja repleta de pedazos humanos. En el infestado Semefo los empleados deben darse a la tarea de armar rompecabezas, pues los cuerpos ya nunca aparecen completos. La luz otoñal no se cansa de dibujar postales en el Pacífico y los restaurantes y hoteles siguen derrochando buena vida, aunque el horror repte a la vuelta de la esquina. Hace unos días una cabeza fue arrojada a la puerta de un kínder en Rosarito y un líder transportista y su esposa fueron acribillados al salir del supermercado en donde hacemos la compra cada semana. En Tijuana se han cometido mil 200 asesinatos en lo que va del 2017. El terremoto sin duda le ha caído de perlas al gobernador y a los alcaldes, porque al menos por unos días han dejado de ser el blanco de las críticas. Los ojos del mundo están puestos en el Altiplano pero Baja California sigue con su propia guerra. Tan solo en lo que va de septiembre se han cometido 87 homicidios únicamente en Tijuana. El asesinato es barato e insustancial de tan cotidiano. La vida sigue y la gente no me cree cuando les digo que aquí hemos sido felices y que aquí queremos seguir viviendo. Ayer agarramos camino rumbo a Ensenada. He recorrido mil veces esa carretera y nunca dejo de ensoñar cuando pierdo la mirada y la imaginación en los acantilados. Los viñedos rebosantes de turistas y los restaurantes con reserva completa. Compramos uvas y aceite de oliva, bebimos un vino de dioses en Mogor Badan y reiteramos que esta tierra es bendita. El crimen siempre está ahí, aunque no siempre lo ves. Algunas veces se manifiesta con desparpajo, pero lo común es que fluya como un río subterráneo, un abismal hoyo negro yaciente bajo una delgadísima capa de hielo siempre a punto de romperse. Hoy me queda claro que estamos solos en Baja California. Para el gobierno federal no somos tema y ni siquiera contamos en su mapa de interés y aquí debemos arreglárnosla con el peor gobernador que hemos tenido en nuestra historia y una constelación de alcaldes particularmente ineptos. Aun así, sigo creyendo que es esta la mejor región de México, la más noble, diversa y tolerante y confieso que nos costaría horrores vivir en otra parte. El Sol ya se oculta tras las Islas Coronado y la ola rompe frente a la roca. Cae la noche en la Península y la vida, la canija vida, sigue aferrada a torcer caminos e inventar conjuros para sus naufragios.
Sunday, September 24, 2017
<< Home