Cuando un párrafo me sale sucio e irrumpe en escena una redundante muletilla, pienso en la tacha que me pondría Rosaura Barahona.
Tuve la fortuna de tenerla como maestra en 1997 en un seminario de redacción avanzada impartido a reporteros del periódico El Norte y tan claros eran sus conceptos, que 20 años después suelen salirme al paso en la estepa de papel.
Rosaura enseñaba a escribir limpio. Era experta a la hora de trapear el polvo y la morusa de un texto. Como un mantra me quedó grabado su desafío al compulsivo “que” o a la sobredosis de “y”. Siempre la recordaré poniendo en evidencia los horrores escriturales cometidos por ciertas vacas sagradas de las páginas editoriales.
En una época donde la opinión pública regia era aún más mojigata y reaccionaria que ahora (¿algún día ha dejado de serlo?), la de Rosaura se alzaba como la única voz discordante. Cuando la página editorial de El Norte estaba tomada por los mojigatos recomendados por legionarios como Bruno Ferrari y Poncho Romo, Rosaura era la única que se atrevía a alzar la voz en temas como educación sexual, respeto a la diversidad o aborto.
El editorial dedicado a Jaime Rodríguez el día de su toma de posesión, equiparándolo a un personaje de Pirandello, es contundente, sabio y profético.
Esa estatura intelectual y esa brutal honestidad van a hacernos mucha falta.
Grande Rosaura. Se le va a extrañar Maestra.
Saturday, October 21, 2017
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