La esencia del sábado regio al caer la tarde encarnaba en la omnipresencia de su voz. La voz que se multiplicaba en cada rincón urbano. En camiones y cantinas; en el carro o en las taquerías; en los puestos del Río Santa Catarina o en los talleres y construcciones, cuando los trabajadores terminaban la labor y destapaban la heladísima Carta Blanca frente al asador. Miles de regios reconstruyendo un partido distinto en sus cabezas, siempre más emocionante en su narración que en la cancha.
Si estabas en el estadio, entonces su voz era un enjambre entre el barullo de la matraca y las porras. A la tribuna de sol todo mundo acudía con su radio. Un llamado suyo derivaba inmediatamente en una multitudinaria mentada al árbitro o un sonoro abucheo para presionar al equipo rival.
Nunca un cronista ejerció una influencia tan marcada y directa en el comportamiento de la afición. Fue el rapsoda de la épica Tigre, el único capaz de mantenerme concentrado en una narración radial durante 90 minutos, haciéndome reinventar un partido que era siempre más dramático y emocionante en mi cabeza. En mi temprana adolescencia llegué a grabar casetes con sus narraciones. En vecindad con mi colección metalera convivían cintas en donde se gritaban goles de Tomás Boy o atajadas de Pilar.
Al regresar de la escuela, la comida casera con la infaltable limonada y el arroz rojo estaba siempre acompañada por Futbol al Día, ese corto de mediodía donde te ponía al tanto de la actualidad Tigre.
Consciente como era de su poder, con el micrófono solía ser socarrón, soberbio e irreverente, pero en persona era un caballero de vieja escuela, siempre educado y cortés.
Durante la época en que mi primo Héctor y yo hicimos nuestros pininos en la radio, nos sentábamos muy cerca de él en los palcos de prensa del Uni y el Tec y cuando topamos de frente siempre nos saludó con la mayor educación.
Sus detractores dirán que no era un derroche de objetividad y análisis, pero nadie supo contagiar como él la pasión. Yo me he cansado de decirlo: cuando Tigres está jugando yo no suelo ser objetivo, analítico, empático o amistoso. En mi fase Tigre soy pasional e intolerante.
Tal vez si no creciste en el Monterrey de los setenta u ochenta y si no eres futbolero esto no tenga demasiado sentido para ti, pero si lo viviste entonces sabes de lo que estoy hablando. Si el Tigres de mi adolescencia fue mi Ilíada, entonces él fue su Homero.
Es toooodoooo amigos. Grande don Rober.
Monday, September 04, 2017
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